Borrar

LA EDAD DE ORO

HÉCTOR ESTEBAN

Viernes, 25 de noviembre 2016, 00:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro». La frase se puede leer en una de las tribunas del estadio El Nacional de Santiago de Chile. En un lugar donde se preservan los tablones de madera de un recinto que en su día fue utilizado como centro de tortura de la dictadura de Pinochet. La misma frase la utilizó José Ricardo March hace una semana durante la presentación de sus '25 historias del Valencia que quizás no conozcas' (Llibres de la Drassana, 2016). Una reivindicación de aquellos tiempos pasados de éxito, pasión y brega, como guía para encauzar el futuro de una entidad en grave peligro de descomposición. Días después de aquella presentación en el local de 'La edad de oro', me queda la sensación de una reunión semiclandestina, de una pureza tal que nada tiene que ver con los nuevos tiempos del Valencia actual. Me emocionó ver a Pepe Vaello. Con el libro bajo el brazo. Menudo, inquieto, relato en vida del Valencia Club de Fútbol. Disfrutando de los suyos, entre los suyos. Aprendí de Miquel Nadal. Como siempre. Ágil en su ironía literaturizada. Nadie como él es capaz de repartir con tanta elegancia desde la paz. Jaume Ortí, genio y figura, recordó la figura de Jorge Iranzo, el militante más leal del bando de Mestalla, que dejó huérfano a la grada unos días antes. Aplauso sentido y merecido. Javier Iranzo abrazó esa muestra de cariño. Conocí a algún descendiente de Montes, uno de aquellos primeros mitos del valencianismo. Me emocioné con José Ricardo March. Su pasión es la de todos. Un narrador de una historia casi centenaria. Incapaz de esconder sus emociones, las futbolísticas y las familiares. Rodeado de otros guardianes de la memoria. Enciclopédicos como Paco Lloret y Alfonso Gil, acostumbrados a otro Valencia, a su Valencia. Miré de reojo cada vez que pude a Rafa Lahuerta durante el acto de presentación. Su cara es una balada. Pasión pura. Merchina Peris, heredera de la esencia. Fue reconfortante ver entrar a Damià Vidagany, valencianista por encima de todo. A Pablo Mantilla, guía de una Fundación oasis en la desmemoria. Pep, de Últimes Vesprades a Mestalla, mostraba henchido la portada del segundo número. Reconocí la originalidad de José Carlos, alegría en tiempos de frío. Los colegas de la prensa, arremolinados en un córner, dieron fe. Manolo, Vicent, Ricardo, Chema, Voro, Alberto... Incluso 'enemigos' íntimos como García Nieves y Felip Bens, acogidos y respetados en el otro bando. Sé que en alma estuvo gente como Pablo Salazar. Reuniones al anochecer como antídoto contra una alienación imposible.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios