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Prótesis

CÉSAR GAVELA

Miércoles, 23 de noviembre 2016, 00:35

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Muy probablemente a la inmensa mayoría de los valencianos les gusta que exista una sanidad pública, de gestión pública; una sanidad a la que uno acude con confianza y seguridad al margen de que, claro, acercarse a los servicios sanitarios no suela ser, en general, una fiesta. Pero como hay que ir, por bien de nuestra salud, pues a la gente le da mucha paz hacerlo a esos lugares tan diversos donde se despliega el servicio: desde la consulta del médico de cabecera, hasta la de los especialistas de los ambulatorios o las de los grandes hospitales, y qué decir de las pruebas realizadas con carísimos aparatos o de las intervenciones quirúrgicas y otras terapias, algunas por cierto, muy duras. Pero todo ello bajo el tranquilizador paraguas del ámbito público. Donde no se escatiman acciones terapéuticas y donde los profesionales han superado exigentes y largos procesos formativos.

Al mismo tiempo, es muy probable que a la inmensa mayoría de los valencianos les parezca muy bien que exista una sanidad privada, vinculada a diversas entidades asociativas, y que gestionan hospitales muy dignos, aunque, claro, hospitales que no pueden competir, por razones obvias, con el poderío tecnológico sanitario del que disponen los grandes portaaviones de la salud valenciana: el Hospital La Fe, el Clínico, el de Alicante y otros. En todo caso, ambos mundos se complementan, ambos mundos son necesarios y convenientes.

Pero hay un híbrido que no convence tanto. Y que si convencía más, antaño, a una parte estimable de la sociedad valenciana, ahora parece que no es así. Me refiero a los experimentos zaplanistas de la gestión privada de los hospitales públicos teóricamente para ahorrar dinero. Y donde lo más probable es que ese ahorro es mucho más limitado del prometido, con lo que estaríamos no muy lejos de aquellas promesas que nos hicieron hace unos veinte años, cuando nos dijeron que la libre concurrencia haría que los recibos de la luz, el agua, etc. serían más baratos. Y son infinitamente más caros. Lo privado, ahí, mucho más costoso que lo público.

Y bien, si muchos valencianos tenían reservas sobre el experimento de los hospitales públicos de gestión privada, es más que probable que el número de personas que quieren la gestión pública para tales centros haya crecido mucho últimamente. Y no digamos cuando conocemos noticias como la que afecta al hospital de la Ribera, donde se cuenta que gentes desaprensivas cobran comisiones de las prótesis que implantan a sus pacientes. En cualquier caso, y al margen de ese desaguisado, el nuevo gobierno valenciano está más cerca del sentir de los ciudadanos que el anterior en la gestión sanitaria. No digamos después del largo diluvio de corrupciones que hemos conocido.

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