¿SILLA O SILLÓN?
CARLOS PAJUELO
Sábado, 19 de noviembre 2016, 00:04
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CARLOS PAJUELO
Sábado, 19 de noviembre 2016, 00:04
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La anécdota no es que las señorías, que representan a algunos catalanes, vascos o votantes de Podemos, no aplaudieran cuando el jefe del Estado bordase en el aire la filigrana de agradar a todos. Casi todos, menos los mencionados, se sintieron en la obligación ética de dar un respaldo en forma de palmas jaculatorias; se sentían miembros de una institución -el Congreso- que modera, adapta, vincula, etc. a los ciudadanos mediante el uso de la ley.
El día era plus, por fin. Era la solemne apertura de la legislatura y por lo tanto un día histórico. Había que estar, ser tomado por las cámaras y decir «yo estuve ahí». Molaba. Senadores y diputados hasta la bandera del sagrado espacio democrático, lo llenaron tanto... que hubo falta de sillas.
Unos habían llegado antes, como en el colegio, en el instituto y a veces en la universidad. Iban ocupando donde caían -no era día de pasar lista y las bancadas eran libres de ser ocupadas y héteme aquí que algunos, cuando llegaron, se encontraron con su sitio ocupado y entraron en franca barrena.
Iglesias enseguida salió a la calle, al patio, y en plena posesión de su elemento esencial, la calle, se dio a la ira para denunciar esas prácticas de okupas de algunos senadores que creían que todo el monte es orégano; venía a decir que eso era lo que pasaba cuando la mayoría absoluta. Se quejaba de ser condenado, por unos instantes, a la montaña -por cierto no es mal lugar si recordamos la Convención en plena Revolución Francesa- un lugar perfecto para los jacobinos.
Pronto el entuerto quedó resuelto, gracias a la diligencia de los ujieres que «arramblaron» con todo lo que tuviera forma de silla y finalmente todos resultaron acoplados. Se vio un cierto «agolpamiento» interdiputadas, en un sillón cupieron hasta tres, lo que demuestra, quizás, que donde comen dos pueden llegar a comer tres.
No es el caso de las gentes que no tienen hasta fin de mes. Siempre queda el metro, como es el caso de algunos actores en el metro de Madrid donde recitan poemas para costearse un plato de caliente. Muy buenas.
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