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CULTURA DE LA BICICLETA

PABLO SALAZAR

Jueves, 17 de noviembre 2016, 00:06

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Valencia es una ciudad ideal para circular en bicicleta. Tamaño medio, sin grandes distancias, completamente llana y con un clima que permite usar este medio de transporte la mayor parte del año. Y además, con el jardín del Turia que recorre el casco urbano de Oeste a Este y que es ideal para desplazamientos tranquilos. Pero Valencia no tiene todavía una cultura de la bicicleta, por lo que la extensión de su uso está provocando no pocos sobresaltos a los peatones y muy especialmente a las personas mayores, que lógicamente son más lentas de reflejos y no pueden reaccionar cuando de repente ven que se les viene encima un ciclista que circula indebidamente por la acera. Para encontrar el pecado original de esta nefasta costumbre de utilizar el espacio reservado a los viandantes hay que viajar en el tiempo hasta los años ochenta, con Ricard Pérez Casado en la Alcaldía, cuando se pintan de verde sobre las aceras los primeros tramos del carril bici. Gran error. La bicicleta es un vehículo y como tal debe circular por la calzada, a ser posible protegido por un carril propio para evitar que automovilistas, taxistas y conductores de autobús -grupos que van a la suya y muchas veces pasan temerariamente junto a los ciclistas- conviertan los vehículos de dos ruedas en un instrumento muy peligroso para sus usuarios. Hace falta, por lo tanto, una red de carril bici como la que ya existe en muchas ciudades europeas y hace falta una cultura de la bicicleta en ciclistas y en automovilistas. Pero lo que no hace ninguna falta, bajo ningún concepto, es sustituir la dictadura del coche por la de la bicicleta mientras se olvida que la gran apuesta debería ser el transporte público. Durante casi cincuenta años, los ingenieros de caminos han diseñado la ciudad pensando casi exclusivamente en los coches. Los actuales gestores del Ayuntamiento de Valencia quieren ir demasiado aprisa en una transformación urbana que precisaría al menos una década. La bicicleta no se puede imponer por decreto, a la fuerza. Y sobre todo, no se puede tolerar que algunos ciclistas tomen las aceras como si fuera su territorio, un circuito por el que pueden transitar libremente, sin obstáculos y a toda velocidad, que los peatones ya se apartarán. No hay miedo a una multa de la Policía Local, aunque obviamente algunas se han impuesto, porque el tripartito que hace del ecologismo y la sostenibilidad una de sus banderas no quiere enfrentarse al colectivo ciclista. Pero por no molestar a este colectivo, están poniéndose en contra a todos los peatones, que son muchos más. Es el riesgo de los que gobiernan pensando sólo en las minorías, en los derechos de determinados grupos, que al final se olvidan o aparcan las necesidades de la mayoría, de la gente corriente.

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