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Protestas en EE UU

Trump no puede lamentar que algunos cuestionen su triunfo cuando él amenazaba con no aceptar un resultado adverso

PPLL

Sábado, 12 de noviembre 2016, 00:28

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Tras las elecciones presidenciales en EE UU, miles de personas se han manifestado en una docena de ciudades contra la victoria de Donald Trump. Las movilizaciones han sido especialmente nutridas en Nueva York, Washington, Minneapolis, Denver, Los Ángeles y San Francisco. En las dos primeras, los manifestantes se concentraron frente a los edificios emblemáticos del magnate que acaba de alcanzar la Casa Blanca, la Trump Tower en Manhattan y un hotel recién construido en Washington a escasa distancia de la Casa Blanca. Las manifestaciones han sido en general pacíficas aunque han producido cortes de calles en varias urbes y en Portland ha habido actos de vandalismo que se han zanjado con detenciones. En una democracia, el debate, más o menos florentino o inflamado, es característico de las etapas preelectorales, pero debería cesar en el momento en que los electores han tomado su decisión en las urnas. Trump puede merecer la consideración que se quiera, y que no tiene por qué variar a causa de su éxito electoral, pero desde su victoria incuestionable e incuestionada posee una legitimidad indiscutible, que ha de ser aceptada. Sentado este criterio, es también inaceptable que Trump haya señalado a la prensa como responsable de incitar a «manifestantes profesionales» de las algaradas. Con toda evidencia, el clima social inflamado que se ha desbordado tras las elecciones ha sido creado por los propios contendientes, que calentaron en exceso la disputa llegando al insulto y la descalificación. Ha ocurrido como sucede a veces en el deporte: cuando los rivales excitan en exceso a las respectivas aficiones, es fácil que estas se desmanden. La prensa participa sin duda en la formación de la opinión pública, pero no crea la realidad sino que la refleja. Y Trump, que ha actuado como un pirómano, llegando incluso a poner en duda la limpieza del proceso electoral y a amenazar a Clinton con encarcelarla, no puede ahora lamentarse de que algunos exaltados cuestionen su triunfo.

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