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ENRIQUE RINCÓN DE ARELLANO
Sábado, 5 de noviembre 2016, 00:08
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El pasado sábado, 29 de octubre, pudimos ver un acontecimiento insólito y abominable en el Congreso protagonizado por un parlamentario que hace honor a su apellido, al proferir barbaridades y descalificaciones intolerables. No podía haberle tocado en la tómbola de los nombres de familia uno más apropiado que lo defina. Hace gala literal de su apellido, pues según la RAE, 'rufián' es 'persona sin honor perversa y despreciable'. Y además, el ínclito Pablo Iglesias afirmó que habían sido «palabras duras pero se dijeron muchas verdades». Hay que recordar que el parlamentario aludido que derrama rencor y odio en sus palabras, es al margen de diputado, diplomado en relaciones laborales y nació en 1982. Su fecha de nacimiento refleja obviamente que alcanzó la mayoría de edad el año 2000 y no puede tener ni idea de lo que fue la dictadura, su final, el inicio de la democracia con el admirable y generoso Pacto de la Transición firmado por todas las fuerzas políticas, ni puede soñar con lo que pudo suponer el golpe de Tejero en 1981 cuando él todavía no había nacido. Por mucho que haya leído, cosa que tampoco parece, no se puede permitir que un personaje de esa calaña vomite en el Parlamento esa verborrea hiriente. El susodicho ha confundido su escaño en el Parlamento con un puesto en las trincheras de la Ciudad Universitaria de Madrid.
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