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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

BIENVENIDO CAPITÁN

HÉCTOR ESTEBAN

Viernes, 28 de octubre 2016, 00:34

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Un amigo me contó un día que durante mucho tiempo se sentó en el trabajo al lado de un cascarrabias. De esos veteranos del oficio a los que primero hay que tenerles respeto y luego poseer la habilidad suficiente para que te consideren uno de ellos. Nunca leeré una definición más precisa de un gruñón que la comparación que hizo mi compañero Vicente Lladró entre Fayos y el erizo aquella noche en la caseta de Lliria. Los avinagrados en apariencia serán los únicos que le abrirán las puertas de la sabiduría al novato con una amabilidad extrema. El truco está en saber entrar cuando te apuntan con el dedo dónde está la rendija. La crisis y otros menesteres se llevaron por delante a muchos de aquellos maestros, dejando en la orfandad a imberbes que asumieron una responsabilidad disparada respecto a la madurez real.

El Valencia ha estado ausente de cascarrabias en los últimos meses. Hace tres años, en el mercado de invierno, el buen hacer de Rufete permitió la llegada de un tipo como Keita que puso el concierto necesario para que el equipo recupera el alma. Todavía recuerdo al africano maldiciendo las torpes decisiones de Pizzi en el banquillo en aquella semifinal que Cartabia y no M'bia condenó a la historia negra del club de Mestalla. Después fue Otamendi el que suplió la ausencia del mediocentro. El argentino hizo mejor al resto con una bravura en el campo que luego fue su mejor cartel de venta. Actitudes que me recordaron a tipos como Albelda, Ayala, Penev, Carboni, Arias, Giner, Carrete... Maestros que educaron a los párvulos en el arte de la guerra sobre el césped. Un equipo nunca será nada si no aprende de sus mayores. La salida de Otamendi derivó en un Valencia tierno, débil, pusilánime. Sin un referente por atributos. Donde el brazalete de capitán se convirtió en un objeto de (no) deseo porque nadie supo meterse en el papel acorde a la responsabilidad del cargo. Un equipo tan postadolescente que era imposible que ni rivales ni trencilla de oficio pudieran tomarse en serio la protesta de tipos añiñados.

Vi al Valencia respirar en Gijón. Cuando Enzo Pérez instruyó a Bakkali en los minutos finales de la batalla de El Molinón. Ayestarán se pudo equivocar en mil y una cosas pero hay que reconocerle que puso el brazalete de capitán en uno de los pocos jugadores que tiene espíritu de gladiador. El equipo palpita de nuevo. Con un tipo preparado para poner pausa y acción en los escenarios que pide el juego. Ante el Barcelona, el argentino se echó al equipo a la espalda, se colocó el chubasquero tras la entrada a Iniesta y se partió el pecho a partir del teatrillo de la compañía de Messi y Neymar. Sólo con tipos agrios los párvulos vestirán con seriedad y oficio. Bienvenido capitán.

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