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El Calendario Zaragozano

Las predicciones actuales vienen anunciando desde hace semanas lluvias en Valencia que no llegan

VICENTE LLADRÓ

Sábado, 22 de octubre 2016, 00:39

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Hace siglo y medio, LAS PROVINCIAS felicitó en su número 264, del 21 de octubre de 1866, a don Mariano Castillo, autor del popular Calendario Zaragozano, por su acierto al predecir lluvias en Valencia.

Decía el pequeño texto: «Acertado anda el astrónomo zaragozano señor Castillo en sus pronósticos, pues con fecha 18 de los corrientes nos escribe que de nuevo habrá grandes lluvias y aun truenos en la parte Este de España, siendo de temer, en su consecuencia, las avenidas de los ríos. El tiempo ha confirmado plenamente hasta ahora este pronóstico, pues el mismo día 18 comenzó a llover abundantemente por la noche en nuestra ciudad y el cielo cubierto de espesísimas nubes continúa regalándonos sus abundantes aguas. Publicamos gustosamente este aviso del Zaragozano, como publicaremos sucesivamente cuantos recibamos de dicho señor, que ha sabido conquistarse una reputación especial por el buen tino de sus estudios y predicciones».

El Zaragozano, que se sigue publicando, tiene hoy el valor de la curiosidad por cuanto pervive con el formato de hace 176 años; es más que nada un atractivo símbolo cultural, sin base científica ni pretensiones al predecir el tiempo. Sus predicciones meteorológicas son vagas y generalistas, del estilo: «Habrá temporales de invierno muy duros, con vientos del NE excesivamente fríos; fuertes escarchas y heladas; irá templándose a medida que el mes avance.» O bien: «Continuará el tiempo tranquilo y despejado, sostenido por vientos suaves del SE y NE hasta que se inicie un periodo borrascoso con vientos destemplados y abundantes nublados».

O sea, que 'igual pot ploure que no ploure, i, si continua com està, segurament no plourà'. Pero hace siglo y medio era todo lo que había disponible, y cuando la gente miraba al cielo en espera del agua que no llegaba, se acogía a lo que fuera y elogiaba con ansias a quien aparentemente lo acertaba (probabilidad del 50%), del mismo modo que se tendía a pasar por alto si no había atino y se erraba. Al fin y al cabo, llover siempre llueve en algún sitio; puede que más al norte o más al sur; quizá sea que nos ha pillado algo a desmano el nublado.

Tan parecido a lo de hoy, con el agravante de que a las predicciones diarias y hasta al minuto que nos atosigan en avalancha les suponemos detrás muchísima más base científica y tecnológica que al histórico almanaque de don Mariano, que se limitaba a anotar en una libreta lo que pasaba, observaba la luna y concluía lo que se le antojaba, barajando con gracia unos cuantos modelos combinatorios.

En realidad, los avisos que hoy nos llegan a las pantallas son también meros resultados estadísticos, y lo peor es que fallan más que una escopeta de feria, porque llevan veinte días diciéndonos por todas partes que va a llover en Valencia y las tres gotas que han caído no han mojado ni el polvo. Así que, a diferencia de hace 150 años, no podemos felicitar a los 'hombres del tiempo', que pierden reputación.

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