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Mosul, el símbolo iraquí

Tras la derrota del Daesh queda por hacer lo esencial: recuperar la concordia entre los vencedores

ENRIQUE VÁZQUEZ

Miércoles, 19 de octubre 2016, 23:52

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Al amanecer del lunes empezó, con una declaración televisada del primer ministro iraquí Haydar al-Abadi, rodeado de todos sus jefes militares, la batalla por la reconquista de Mosul, 'capital' del autoproclamado califato del terrorista Estado Islámico (EI). Tal reconquista se da por cierta: ha sido bien preparada, está rodeada y se supone que la operación entiende, en primera instancia, abrir un par de salidas seguras para que la población civil pueda abandonarla y minimizar las bajas. Todo esto es lógico, público y parece bien planificado sobre todo en términos políticos que han sido negociados entre las partes que integran la coalición anti yihadistas: las Fuerzas Armadas iraquíes oficiales, los contingentes directamente iraníes, las aguerridas unidades kurdas (peshmergas) y, última aportación, elementos turcos de la región y, según se acepta ambiguamente, soldados turcos presentados como instructores.

Mosul, segunda ciudad del país, ha sido siempre una urbe multicultural. Los turcos, en particular, han hecho un último y parece que fértil esfuerzo para preservar su presencia como garantes. Los kurdos, dueños de facto del territorio iraquí al norte y noreste de la gran ciudad, políticamente muy motivados y alentados por sus excelentes prestaciones militares contra los yihadistas, deberán coexistir en el esfuerzo con las tropas iraquíes regulares y los combatientes chiíes mantener simultáneamente su conexión con el Irán jomeinista y la naturaleza marcadamente chií del propio gobierno. Washington tiene la batuta, provee una indispensable y eficaz cobertura aérea y se supone que ha recibido todas las garantías de solvencia política de la magna operación.

Queda por saber, sin embargo, si la coalición ha tenido en cuenta el consejo que dio en su día Joseph Nye, antiguo subsecretario de Defensa con Bill Clinton y reputado analista geopolítico: los vencedores militares del terrorismo yihadista deben «calzar botas suníes». Así debe ser, en efecto, por la buena razón de que si algo identifica al movimiento yihadista es su condición suní y su odio visceral a los chíies, tenidos por «perros herejes». Resulta, sin embargo, que el país estable en la región, cada día más potente y solvente en su acción políticomilitar es Irán, chií hasta sus cimientos. Esto quiere decir que, dando por hecha la recuperación de Mosul y la derrota del Daesh queda por hacer lo esencial: recuperar una sensata concordia confesional entre los vencedores, atinar con la recompensa al papel de los kurdos y, lo más reciente, ver cómo satisfacer las reivindicaciones de un tal Recep Tayyip Erdogan, llegado al escenario que fue de soberanía otomana hasta el fin del Califato turco en 1918. Curándose en salud, el primer ministro iraquí ha hecho saber prudentemente que solo soldados y policías iraquíes entrarán en la ciudad cuando llegue el momento de visualizar su conquista. Entonces empezará, en realidad, lo más difícil.

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