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Qué poco hablamos de los monitores de comedor

Qué poco hablamos de los monitores de comedor

pablo rovira

Martes, 18 de octubre 2016, 00:46

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Casi la mitad de los escolares se quedan al comedor, según las últimas estadísticas del INE. Casi la mitad de los alumnos pasan ocho horas en el colegio. Ahora, con la jornada continua, aunque no se queden a comer, los escolares vuelven para las extraescolares. Y muchos se quedan más allá de las cinco para realizar otras actividades en los centros. En cambio, qué poco se habla de los monitores de comedor, ese personal que pasa casi el 40% (exactamente el 37,5%) del tiempo escolar con nuestros hijos.

De las ocho horas escolares -recuerden, la jornada escolar es de nueve a cinco de la tarde- los maestros atienden cinco. Las cinco lectivas. Las instructivas, donde se imparten las materias, que son también educativas. Esa tarea educadora que compartimos padres y docentes. Pero el colegio, para muchos niños -aproximadamente la mitad- se alarga más allá de lo lectivo. Tres horas no lectivas, fundamentalmente asistenciales, pero también educativas. Y en esas tres horas los niños y niñas son atendidos por otro personal no docente: los monitores de comedor. Habría, pues, que extender la frase anterior: «.. esa tarea educadora que compartimos padres, docentes y monitores de comedor».

De hecho, es posible que ese monitor o monitora pase más horas a la semana con nuestro hijo que alguno de sus maestros. Tres por cinco días hacen quince horas a la semana, un tiempo semanal que, exceptuando su tutor, ningún maestro especialista pasa con la misma clase.

Hablo de monitores de comedor, en su sentido más amplio, porque en ese tiempo escolar hay un variado abanico de perfiles. Está el personal que atiende el comedor, pero también el que realiza las extraescolares, de lo más dispar.

Se intuye, no hay que engañarse, que desde la perspectiva de las familias este tiempo no lectivo corresponde fundamentalmente a la necesidad de conciliar su vida laboral. Que el principal objetivo es asistencial, dar de comer y atender a los escolares entre la sesión matinal y vespertina, ya sea vigilando el patio o realizando actividades.

Sin embargo, este tiempo también está reconocido como educativo. Así, la norma que regula el comedor señala que «a través de la atención educativa (se) fomentará la promoción de la salud, los hábitos alimenticios y las habilidades sociales del alumnado así como hábitos relacionados con la cultura, el deporte y el ocio». También la orden reciente que regula la jornada continua hace especial mención al papel educativo de este horario: «El tiempo escolar no lectivo se organizará en forma de tareas o proyectos que, con un carácter más lúdico, presentan una coherencia interna y permitirán favorecer aprendizajes activos y significativos para el alumnado dentro de un mismo marco conceptual y organizativo».

Y qué poco debate le dedicamos a este personal no docente que también realiza tareas educativas. Son los nuevos tiempos, donde los espacios de Educación informal y no formal (conceptos diferentes) ganan importancia más allá de los currículos encorsetados. Un tiempo público (aunque se pague) porque sigue evitando que el niño vuelva a sus condicionantes de origen que puedan limitar sus oportunidades escolares. De ahí que una beca de comedor es algo más que pagar un menú. De ahí que Save the Children, como citaba la semana pasada, extienda el derecho a la Educación a este tipo de atenciones educativas.

El debate sobre la calidad educativa de ese tiempo es escaso. Cierto que sería ilusorio plantear debates propios del sector docente, de exigencias lingüísticas o de si se requieren oposiciones para empleos que se dan en instituciones públicas. Más, sería ridículo comenzar con 'laboralizar' el tema, pues ya tiene bastante el sector con la amenaza de la jornada continua que deja a la mitad su horario laboral, con las consecuencias retributivas que ello supone, como advierten los sindicatos.

De hecho, ni siquiera ninguna Administración estudia en serio la oportunidad para la inmersión lingüística que este horario permitiría, y evitar así emponzoñar Science con léxico extranjero, como se critica en Madrid. Al fin y al cabo hay que ir con ojo, pues la mitad de los niños en esas horas están en casa y hay que regular para todos.

De todo eso estamos lejos, pero no está de más recordar qué poco se habla de los monitores de comedor, desde la perspectiva educativa, aunque nuestros hijos pasen un 40% de su jornada escolar con ellos.

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