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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

Urnas ignífugas

El propio Banco de España era consciente y, sin embargo, todo siguió su curso hasta el estrépito

Mª JOSÉ POU AMÉRIGO

Sábado, 15 de octubre 2016, 00:03

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Los votantes necesitamos las cajas ignífugas que una compañía de móviles ha mandado a sus propietarios. Lo que pretende la empresa es que los usuarios de un aparato en malas condiciones no sufran las explosiones que ya han padecido algunos. Para eso, la caja y los guantes protectores que van dentro ayudan a quienes quieran encerrarlos allí, como si fueran gremlims malos a los que meter bajo llave, evitando más percances. Cuando sale malo, lo mejor que puede hacer la empresa es retirarlo y vigilar el resto de su producción.

Del mismo modo, la jornada electoral salió defectuosa y puede decirse que, incluso, en algún punto ha visto cómo el aparato se consumía en un fuego destructor. Nunca mejor dicho. El 'aparato' del PSOE arrasó todo a su paso, como fuego de maldición bíblica, y tumbó a Pedro Sánchez (¿quién fue Pedro Sánches?) y sus intentos por seguir adelante con una legislatura que salió mal de fábrica.

A los electores deberían darnos esa cajita de material no inflamable y unos guantes que nos resguarden del fuego para meter dentro el voto con riesgo de combustión espontánea. De lo contrario, puede que estalle en cualquier momento.

Al menos esa es la sensación que queda tras constatar que unos elegían coche con el que completar la colección y otros no pueden comprarles cromos de futbol a sus niños porque cada sobre vale diez céntimos y Ronaldo tarda mucho en salir. Con el tanteo de Cristiano se llena un bocadillo de choped o mortadela.

No sé si será verdad todo lo dicho por Correa pero con que sea un diez por ciento, ya es suficiente como para que ardan las urnas en una tercera convocatoria. No se trata solo de comprobar cómo fallaban los sistemas de control o, cuando existían, se hacía caso omiso. Todos sabían que Bankia no iba cara al aire. Aquí en Valencia, había voces de sobra que lo contaban a quien lo quisiera escuchar. El propio Banco de España era consciente y, sin embargo, todo siguió su curso hasta el estrépito. Eso fue más que un fallo de supervisión. Será la Justicia quien lo catalogue pero parece algo más feo que un simple error de previsión. Sucede lo mismo con lo señalado por Correa, en el caso de que sea todo cierto. Comprar tres coches a la carta no es «tener un detalle». Esa ristra de comisiones y asignaciones sin supervisión no era un caso aislado preocupante y solitario. Ni tan siquiera es solo un problema jurídico o político. Es un veneno que todo lo ensucia. Es el desprecio más absoluto hacia las necesidades sociales. Robar un euro público no es ser un chanchullero, es ser mala persona. Ese euro da de comer, compra medicinas, pone gasolina en las ambulancias o forma profesores de los de antes. Conocer a personajes que han vivido con un Jaguar en el garaje sabiendo que su abuso perjudica a gente necesitada es altamente peligroso. La combustión es casi inevitable tanto si es un «no es no» como si es un «bueno va es bueno va».

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