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EL PINTOR QUE QUERÍA PINTAR

De cómo la vida pasa entre borrones y garabatos

JESÚS TRELIS

Sábado, 15 de octubre 2016, 00:03

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Quiso pintar un cuadro, pero se le escaparon los colores. Quiso hacer un trazo, pero le salieron borrones. Quiso ser Leonardo y pintar a la Gioconda, liberarla del marco, invitarla a tomar una cerveza, hablar de las cosas del pasado... pero se apoderó de él el 'sfumato' y, como a Da Vinci, su sueño salió volando. Quiso pintar el lienzo, pero sólo le salían garabatos: un Donald Trump exaltado; un elefante con un mono en sus lomos bailando y gritando: «bienvenidos al gran teatro»; un bailarín reputado que dio un salto, cogió una nube de la esquina del cuadro y, moldeándola con las manos, la convirtió en un huevo cascado del que salió una paloma de Picasso: «Vosotros seguid matando, que yo sigo volando».

Quiso pintar algo y, tras mucho intentarlo, tras borrones y garabatos, logró trazar un certero hilillo de tinta de lado a lado. Puso en cada punta un mástil y dibujó en mitad del trazo un equilibrista con un pie sobre la tensa línea y el otro, flotando. El equilibrista paseaba mientras por debajo una multitud gritaba: «ánimo, ánimo, puedes conseguirlo». Él seguía entusiasmado, mientras el vacío del cuadro amenazaba cada uno de sus pasos. «Esto lo hago por mi familia, por mi país, por todos esos que han creído que podía lograrlo», gritó mientras un fuerte viento imaginado balanceó su cuerpo insinuando que, si seguía, se iba a venir abajo. Y al ver su reto amenazado, el artista borró de nuevo todo lo pintado para evitar ser el autor de un nuevo fracaso.

Empezó de cero su creación y se sacó de su imaginación una chistera extralarga que le permitiera hacer con ella magia. Y del sombrero surgió un pañuelo y del pañuelo, un violín. E intentó tocar algo: «¿Un vals, como los de fin de año?» Se vio, sin embargo, como el flautista de Hamelin, que le dio por revolucionarlo todo llevándose a los niños por haber sido engañado. Quiso pintar la chistera, el pañuelo, el violín y tocar como en Hamelin y hacer que, tras de sí, fueran todos los que nos han estafado, timado, robado, vulnerado. Los que hicieron lo que hicieron en los bancos, los que se financiaron con dinero ajeno a destajo, los que concedieron a placer para lograr tajada del pastel, los que hicieron de la corrupción su país de las maravillas... Y encerrados en una jaula, los dejó en lo alto de su cuadro, en una esquina, con todos amontonados y gritando: «yo no quería, yo no sabía». Pero eran tantos en aquella jaula que, por el peso, el cuadro se desplomó por un costado y los malhechores se escaparon.

Quiso pintar un cuadro pero al final le salió una historia con 490 palabras que, para muchos, no dice nada y que, para otros, son pinceladas de esas cosas de la vida que pasan de puntillas. Quiso pintar a Dylan y le salió Sabina, besos de tinta china.

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