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Paisaje después  de la tormenta

Paisaje después de la tormenta

El ciclo electoral que se inició con las europeas de 2014 y que ahora se cierra lo único que no ha alterado es que los nacionalistas siguen teniendo la llave de la gobernabilidad en España

ASTRID BARRIO PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA. ANALISTA DE AGENDA PÚBLICA

Viernes, 30 de septiembre 2016, 00:34

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Con las elecciones vascas y gallegas del pasado domingo debería darse por cerrado el ciclo electoral que se inició con las elecciones europeas de 2014 si no fuera porque estamos pendientes de si hay o no terceras elecciones. Pero pase lo que pase a día de hoy podemos hacer balance de lo que ha cambiado desde 2014 y de cual es la situación en la que han quedado los partidos tras la tormenta.

En primer lugar los dos viejos grandes partidos han retrocedido aunque la magnitud de su retroceso ha sido diferente. El PP, teniendo en cuenta que el anterior ciclo electoral (2009-2012) fue el mejor de su historia, previsiblemente debía retroceder, y más teniendo en cuenta su responsabilidad en la gestión de la crisis y los escándalos de corrupción que le han afectado. Y así lo hecho en casi todas las arenas pero demostrando tener un suelo electoral muy elevado y una notable capacidad de regeneración habida cuenta de que en las generales de junio y al menos en las gallegas ha experimentado una ligera remontada que le permite seguir optando al gobierno de España y mantenerlo en solitario en Galicia. Y todo ello sin excesivo desgaste interno y sin apenas contestación al liderazgo de Rajoy. El PSOE, en cambio, desde 2014, y si se quiere desde 2009, no ha dejado de retroceder con independencia de cual fuese la arena electoral, a pesar de que los acuerdos con los nuevos partidos que le han permitido mantener y/o recuperar el poder algunas comunidades autónomas o municipios pueden haber maquillado la debacle. Este partido, no hay que olvidarlo, empezó el ciclo liderado por Pérez Rubalcaba que dimitió tras el primer fracaso tras las europeas de 2014, siendo relevado a precario por Sánchez, que no ha logrado superar el doble reto de levantar el vuelo de partido y de conseguir unidad interna, sino más bien todo lo contrario. El PSOE sigue retrocediendo como se ha visto en las elecciones vascas y gallegas y Sánchez, a quien sorprendentemente se la atribuye en solitario la responsabilidad del retroceso, está siendo fuertemente contestado hasta el punto de que buena parte de la ejecutiva del partido ha dimitido en busca de su renuncia como respuesta a su intención de hacer unas primarias el 23 de octubre y un congreso en diciembre.

En segundo lugar ha quedado confirmado que los nuevos partidos han entrado con ímpetu en todos los ámbitos y que se han convertido en muchos casos en fuerzas imprescindibles. Tanto Ciudadanos como Podemos han ganado pero sus resultados han sido desiguales y oscilantes y con el fin de ciclo han dejado entrever sus limitaciones. Podemos además de las diferencias en cuanto a estrategia en el conjunto de España que también afectan a su liderazgo, debe hacer frente a la gestión de la pluralidad de sus confluencias. Y Ciudadanos tiene dificultades de crecimiento allí donde el PP es fuerte y donde la fractura nacional no está polarizada. Pero de momento y pese al retroceso en las generales de junio y al notable fracaso en Galicia y Pais Vasco donde no han logrado ni un solo escaño, ni la unidad interna del partido ni el liderazgo de Rivera parecen estar amenazados.

El tercer elemento es la práctica desaparición de los pequeños partidos de ámbito estatal. IU, prácticamente ha sido engullido por Podemos e UPyD tras haberse resistido a llegar a un acuerdo ha sido arrollado por Ciudadanos. Los pequeños partidos que en 2013 aspiraban tal y como auguraban las encuestas a ser los grandes beneficiados del desgaste de los grandes partidos han sido incapaces de resistir la embestida de la nueva política y su subsistencia en solitario está muy amenazada.

Por último está la desigual suerte que han corrido los partidos de ámbito no estatal. Algunos como Compromís o ERC se han visto claramente reforzados, otros como el PNV han tenido resultados distintos en función de las elecciones, retrocediendo o estancándose en las generales y creciéndose en las autonómicas, mientras que otros como CDC o el BNG han retrocedido en todos los ámbitos. Todos ellos afrontan retos distintos. Compromís debe gestionar sus relaciones con Podemos. ERC debe administrar su papel en el proceso catalán y sus complicadas relaciones con CDC. El PNV debe decidir con quién gobierna en Euskadi y su papel en España. El BNG, por su parte, debe afrontar su debilitamiento y hacer frente a la competencia de En Marea mientras que la ex CDC debe decidir si vira como en su día hizo el PNV o si mantiene la hoja de ruta que la ha llevado al desastre de acabar con CiU, con UDC y casi con ella misma.

Aunque unos se han ido y otros nuevos han llegado tras la tormenta vemos que el principal cambio ha sido allí donde antes comían dos ahora comen cuatro. Si antes el reparto era entre PP y PSOE ahora han de compartir con Podemos y Ciudadanos. Pero lo que la tormenta de ningún modo ha alterado es que los nacionalistas siguen teniendo la llave de la gobernabilidad en España.

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