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CRÓNICA EN EQUIPO

ÁLVARO MOHORTE

Domingo, 25 de septiembre 2016, 00:15

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Dos hombres en calzoncillos miran a la cámara. Uno sostiene un pincel; el otro, una paleta y los dos aguardan a que su amigo Paco Alberola dispare su cámara. Sobre las baldosas del suelo, manchas de pintura, y apoyada contra la pared una menina. Manolo Valdés se mantiene en tensión, parece que se balancea, a punto para volver a zambullirse en el trabajo. A Rafael Solbes se le ve más resignado a los rigores de tener un amigo fotógrafo y mantiene una pose rendida, casi desmadejada.

Ese instante conservado en sepia, cuelga en gran formato de las paredes de la Fundación Bancaja. A su lado, otra imagen muestra a los dos hombres, que han vuelto al trabajo o todavía no lo han abandonado para cumplir con el retrato. Se les ve trabajar a destajo, repasando lienzos y esculturas. En un pasado sin aire acondicionado, la semidesnudez intenta despojar a los artistas de los rigores del verano valenciano y, medio en pelotas, hacen historia del arte español.

Como señala el compañero Mikel Labastida en su crónica de la exposición que se inauguró el pasado viernes, «en Equipo Crónica se reconocen Las Meninas, el periódico El Caso, a Hopper, a Velázquez, a Picasso... Su universo es inabarcable y el resultado final continúa teniendo hoy en día, con una situación social muy diferente, una vigencia absoluta». Entre las 165 obras hay postales, lienzos y figuras de cartón pintado que reflejan la evolución de su estilo entre los años 60 y los albores de los 80, cuando el fallecimiento de Solbes obligó a Valdés a enfrentar su camino en solitario y ser albacea del estilo.

El gran arte se diferencia del pequeño en que poco importa el detonante o la anécdota que puso en marcha el engranaje del artista. La reinterpretación irónica de los clásicos de los que abusó el franquismo artístico hace que se siente al Condeduque de Olivares de Velázquez sobre una computadora, mientras la duquesa de Alba de Goya empuja un pionero aparato electrónico bajo la atenta mirada de un cartujo de Zurbarán, el caballero de la mano en el pecho de El Greco y alguien que parece Solbes, vestido de traje con la Cruz de Santiago pintada en la pechera. Un cartelito deja leer el nombre de la pieza: 'Las estructuras cambian, las esencias permanecen'.

Una semana como la que rematamos hoy y otra a la que nos asomamos no hace más que confirmar la vigencia general de la pintura. Este lunes se inicia el juicio de la picaresca cúpula de Caja Madrid por echar mano de las 'tarjetas black', mientras que descubrimos el jueves como los valencianos tendríamos que destinar íntegramente lo ganado durante 154 días de trabajo para pagar lo que debe la Generalitat, como si la gestión de lo público tuviera que costar como una guerra en Flandes. Si es verdad que vendrán otros tiempos que serán mejores, será porque algunas esencias hayan dejado de permanecer.

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