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La recuperación de las palabras

ANTONIO PAPELL

Sábado, 24 de septiembre 2016, 09:55

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En defensa del populismo' es un libro reciente del profesor de Filosofía Carlos Fernández Liria sobre el fenómeno político de nuestro tiempo en España, el surgimiento de un nuevo partido radical y progresista, inscrito en el ámbito ambiguo del populismo. Pero lo más incisivo de la obra es el clarificador prólogo del también filósofo Luis Alegre, discípulo del anterior y secretario general de Podemos-Comunidad de Madrid, titulado 'La larga marcha hacia la centralidad del tablero'.

En las referidas páginas introductorias, Alegre escribe certeramente: «uno de los errores más imperdonable que ha cometido la izquierda (clave para explicar su derrota) es regalar al enemigo la capacidad de nombrar las cosas, de dibujar el campo y de repartir juego [.] Mientras los liberales repartían juego y se quedaban con cartas como libertad y Estado de derecho, una legión de pensadores perezosos o cobardes aceptaban el carácter burgués de esas cosas y se afanaban por inventar cosas mejores. ¿Para que reivindicar el 'derecho' o la 'ciudadanía' si se podía defender la 'dictadura del proletariado', y hacerlo sin competencia, sin miedo a que nadie te robase las ideas? De hecho, esta pereza teórica o esta cobardía solía presentarse con cierta soberbia: en vez de reconocer un hecho obvio -son cartas malas y por eso nadie las quiere- se intentaba apelar a la marginalidad misma como prueba suficiente, por sí sola, del carácter 'inasimilable para el sistema' de este modo de hablar».

En definitiva, para Alegre, las palabras necesarias para el cambio no son los estrafalarios sustantivos del viejo pensamiento marxista sino términos como «democracia», ciudadanía», «derecho» o «Estado», palabras que «nombran realmente como deben ser las cosas, aunque estén muy lejos de nombrar como son». «¿Por qué vamos a regalarle al enemigo -se pregunta- ni más ni menos que palabras como libertad, democracia o Estado de derecho?».

Esta argumentación, tan certera, se puede aplicar también perfectamente a la socialdemocracia, que tras su irrupción en Europa desde 1945 con la formación de potentes estados de bienestar, no ha dejado de declinar ni de hacer concesiones que han terminado destruyendo aquella obra.

Es evidente que la crítica implícita de este texto de Luis Alegre va sobre todo a la organización de más a la izquierda del PSOE, que ha utilizado conscientemente las cartas con que «se pierde siempre», que ha esgrimido el anacrónico leguaje marxista y que ha ocupado un lugar marginal en la política española. Y si esta es la evidencia, ¿qué sentido tiene que este Podemos que pretendía recuperar el espíritu de la Ilustración absorba a Izquierda Unida, y lo haga nada menos que de la mano de Julio Anguita? Los escrúpulos de Errejón ante semejante dislate son perfectamente inteligibles, y no será extraño que le cuesten a Podemos una gran parte de su prestancia original.

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