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La buena gestión

PABLO SALAZAR

Jueves, 22 de septiembre 2016, 09:34

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Asegura el alcalde Ribó -así lo dijo el martes en el pomposamente denominado debate sobre el estado de la ciudad, una degeneración, como algunas otras, de la necesaria descentralización del Estado, que ha llevado a duplicar y hasta triplicar competencias, servicios e incluso debates- que el tripartito que gobierna Valencia está gestionando bien los asuntos públicos, comparándose como es fácil suponer con la etapa anterior, la del PP y Barberá. Es decir, que no son sólo gestos (la bicicleta, la apertura del balcón...) y conflictos identitarios e ideológicos (el Te Deum, las banderas de la Batalla de Flores, la presencia del Ejército en el Corpus, el enfrentamiento con Cañizares...) lo que caracteriza su primer año de mandato sino que hay algo más, hay miga. Ya sabemos que este equipo municipal de Gobierno no está por los grandes eventos, más allá de la ilusionante candidatura a capital mundial de la alimentación, y que tampoco es partidario de los llamados edificios emblemáticos ni de megaproyectos urbanísticos, aunque va a tener que gestionar los que estaban en marcha, como la Marina Real o el Parque Central. Hay que acudir entonces a las delegaciones que se ocupan de los asuntos que podríamos englobar en el apartado de la vía pública, es decir, el urbanismo, el tráfico, los jardines y las instalaciones deportivas y culturales, así como los que afectan al bolsillo de los ciudadanos (hacienda) y a su seguridad (Policía Local), para comprobar cómo es esa gestión de la que alardea Ribó. Pues bien, si analizamos estas áreas de gestión nos encontramos con que Valencia está sucia, muy sucia, sin que se haya notado ninguna mejoría respecto a la Corporación anterior, más bien al contrario. En hacienda, la gran revolución es que los comercios y negocios del centro van a pagar más IBI, así como los bares y restaurantes por sus terrazas. En jardines, instalaciones deportivas y culturales y en urbanismo no observo ninguna revolución, no se ha producido una lluvia fina de pequeñas obras reclamadas por los vecinos. En seguridad, el problema del botellón sigue exactamente igual. Así que la única delegación en la que de verdad se ha notado un cambio -lo cual no significa que sea para mejor- es en la de Tráfico, donde el modelo es claro (el coche es el enemigo y todo sea por la bici), aunque se gestione a golpe de ocurrencias e improvisaciones. En las pasadas Fallas también se introdujeron algunas novedades y hubo un mayor control de las actividades en la vía pública. Y aquí concluye todo. ¿Es ésta la mejora de la gestión que pregona Ribó? Quince meses es poco tiempo para implantar un modelo de ciudad pero de momento, más allá de gestos, de echar la vista atrás y de culpar al PP, hay poca sustancia, mucho continente y poco contenido. Mucha nueva política.

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