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LAURA GARCÉS
Valencia
Jueves, 18 de enero 2018, 00:49
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Entrar en un templo no es entrar en cualquier otro sitio. Menos cuando se accede para participar en la misa. Es lo que se desprende de la carta del arzobispo dirigida a sacerdotes . El escrito recoge varias normas para asistir a las celebraciones. Atravesar el umbral de una iglesia exige, a juicio del cardenal, guardar silencio y vestir con decoro.
También advierte de que hay que hacer la debida reverencia ante el Sagrario, evitar los usos profanos de los templos o recibir la Comunión «en la forma más consonante» que es de rodillas y en la boca, aunque no excluye la posibilidad de comulgar con la mano.
En la carta 'Mi casa es casa de oración', a la que ha tenido acceso LAS PROVINCIAS, el cardenal arzobispo de Valencia advierte del interés de que iglesias «sean casa de oración» y la primera propuesta es que en las mismas reine el silencio como elemento imprescindible para el recogimiento. Para conseguirlo hace una llamada a evitar «el guirigay que se arma» al final de las celebraciones.
Tampoco comparte el «lío» o el «rumor» que acompaña al momento de dar la paz. De hecho, asistir a una misa lleva en ocasiones a descubrir que en ese momento de la celebración el movimiento de los asistentes es grande al extender la mano tanto a las personas que se tienen a cada lado, como a quienes están delante o detrás. No es la primera vez que advierte de esta cuestión.
Vestir de forma adecuada, con decoro, es otra recomendación que Cañizares incluye en su escrito. Llama la atención sobre el hecho de que «no es raro» encontrarse con personas «inadecuadamente vestidas». Propone que se advierta mediante carteles de qué manera «se puede entrar en el templo» citando como ejemplo lo que se hace en la Basílica de San Pedro. En la web del museo vaticano al referirse a la indumentaria dentro del apartado de consejos se apunta que para la entrada en la Basílica de San Pedro -como en otras estancias- «no se admiten prendas sin mangas y/o escotadas, ni pantalones cortos, minifaldas o gorras».
En la enumeración de normas que el arzobispo ha trasladado a los sacerdotes también llama la atención sobre el «jaleo» que se organiza en el momento de hacer fotografías tras alguna celebración como una boda o una comunión.
Solicita que el templo no se convierta en «un salón de fotografías», si bien señala que se debe poner cuidado «sin impedir el recuerdo que comprendo es grato conservar».
Además recuerda que pasar ante el sagrario no puede considerarse «como si tal cosa». Advierte de que muchos pasan si hacer la reverencia y la genuflexión que corresponde. De hecho llama a los sacerdotes a educar a los jóvenes y a los mayores.
¿Y la Comunión? Lamenta que haya gente que se acerque a comulgar sin «ningún recogimiento» y reconoce que se «puede comulgar en la boca directamente o en la mano». Aún así, la apuesta preferente es: «comulgar de rodillas y en la boca», forma que considera la «más consonante». El escrito se completa con la afirmación de que prohíbe los usos profanos y recuerda el ejemplo visto en Cataluña al colocar urnas y contar votos. Cierra la carta manifestando a los sacerdotes que con todo contribuirán a «ir superando la secularización».
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