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D. GUINDO
Valencia
Jueves, 19 de abril 2018, 00:16
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«Mi hijo no tiene conciencia de lo que le estoy diciendo. Se frustra al querer algo y no saber pedirlo. Grita y llora, y yo también me altero. Cuando va al cole y le pegan, se queda callado, no sabes si en el patio un día le pasará algo. Nadie le quiere dar la mano para ir a la fila. Es horrible, la verdad». Vanessa es la madre de Asier (nombre ficticio para preservar su intimidad), un niño que en julio cumplirá cinco años y que presenta un Trastorno del Espectro Autista. Debido a esta patología, «a mi hijo le corresponden terapias por ley, pero todavía no tengo respuesta de la conselleria», lamenta esta vecina de una localidad valenciana. Debido a esta situación, esta familia debe realizar un esfuerzo económico y acudir al ámbito privado para que su pequeño reciba la atención que requiere, puesto que, como lamenta Vanessa, «fuimos a atención temprana, pero los profesionales no tienen especialización».
Asier empezó a dar síntomas de su trastorno desde muy pequeño. «Pasaba mucho tiempo en su cuarto, le gustaba dar vueltas... Pero lo detectaron en la guardería. A los dos años ya tienen que responder a algunas órdenes, pero mi hijo era como un mueble. La psicóloga nos llamó y nos dijo que había algo raro en él. Unos especialistas nos dijeron que sospechaban que fuera autismo, pero que no podían darnos un diagnóstico hasta que no fuese más mayor», recuerda esta madre. A los tres años y medio volvieron a hacerle unas pruebas «y vieron que tenía el trastorno». Con la ayuda de la Asociación Proyecto Autismo y el uso de pictogramas «empezó a entender mejor las cosas», aunque esta familia sigue esperando que desde la Administración autonómica les proporcionen una mayor atención.
En el colegio, la situación de Asier también podría ser, cuanto menos, mejorable. «Va a un colegio ordinaria en el que tratan de darle apoyo con algunas sesiones con la logopeda», comenta Vanessa, mientras que piensa que la opción más adecuada sería la de contar con aulas especializadas en niños con un retraso madurativo, autistas o con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, en las que recibirían un importante refuerzo que completara a la formación de las aulas ordinarias, en las que continuarían con su integración con el resto de compañeros. «Es lo que nos gustaría, pero lamentablemente no lo tiene», apunta.
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