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La falta de relevo generacional reduce a mínimos la flota pesquera

La falta de relevo generacional reduce a mínimos la flota pesquera

La región pierde en una década casi un tercio de sus embarcaciones y en puertos como el de Alicante ya sólo faenan cuatro buques

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Jueves, 14 de diciembre 2017

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Piscis, Cubala, Conde del Serrallo, la Pepita, Amparo Martínez, San Pedro... Estos barcos ya son sólo ecos del pasado entre los pescadores de Valencia. Salieron a faenar desde los ochenta y ya han acabado en el desguace. Son un ejemplo del enorme retroceso de la flota pesquera en la Comunitat, cuyas dimensiones cae en picado por falta de relevo generacional para una profesión milenaria de la que hoy casi todos huyen. El «sacrificio del mar, la incertidumbre de salarios, la reducción de capturas por la contaminación o los problemas administrativos» para lograr armar un barco y echarse a la mar son algunas de las causas que citan las cofradías consultadas.

Las cifras son muy claras. En 2006 el Ministerio de Agricultura y Pesca contabilizaba 822 embarcaciones pesqueras en los puertos de la Comunitat. Ha pasado una década y un 30% de ellas ya se han 'jubilado'. Vendidas o desguazadas por falta de lo más esencial: pescadores dispuestos a ocuparlas. En una década, la flota de nuestra región ha perdido 235 buques. Hoy son 587 los que salen a faenar a diario desde Vinaròs a Torrevieja. Y en puertos como el de Alicante ya sólo quedan cuatro. En España, la flota pasa de 13.300 barcos hace una década a unos 9.300 en la actualidad.

Descarga de pesca el viernes, en el Puerto de Valencia.
Descarga de pesca el viernes, en el Puerto de Valencia. D. Torres

Felipe Gimeno, patrón mayor de la Cofradía de pescadores de Valencia, echa de menos «ayudas para los jóvenes que quisieran hacerse pescadores y para la compra de embarcaciones». Lo que antes se entregaba sin más de padres a hijos ahora requiere «un aluvión de trámites». «Desembolsar unos 1.500 euros para la formación, los cursos de algunas categorías sólo se dan en Alicante y hay que pasar allí medio año fuera de casa... Los jóvenes ya no se animan a la pesca», lamenta Gimeno. En consecuencia, los armadores «se quedan sin gente para sus barcos».

«Los hijos de los pescadores huyen del mar», lamenta un cofrade de Gandia

Llegada de extranjeros

Gimeno recuerda que en los noventa salían a faenar unos 70 barcos desde el puerto valenciano. Hoy sólo hay 20 amarrados en el puerto de Valencia. «La mar es dura. Mal tiempo a veces, otras sol y calor, jornadas de diez horas desde las cinco de la mañana... Añade sueldos muy variables, con incertidumbre, y que de media se quedan en poco más de mil euros».

De los 70 pescadores que pertenecen a la cofradía, sólo una docena son jóvenes. Casi todos son «de cincuenta para arriba». En ocho o diez años, estima Gimeno, «la mitad estarán jubilados y no habrá relevo generacional. Los jóvenes ya no quieren trabajar en la mar». Esto se suple con la llegada de algunos extranjeros, «mayoritariamente sudamericanos y magrebíes», dispuestos a echar las redes contra viento y marea.

Enrique Ferrer es el secretario de la Cofradía de Pescadores de Gandia. A su memoria regresan los 100 buques que en los noventa cortaban olas en La Safor. Hoy quedan menos de la mitad. También achaca el retroceso pesquero a la «disminución de capturas por vertidos, la presión turística o el aumento de precio del gasóleo». Para colmo, «hay menos capturas que antes». La sequía, asegura, también está influyendo: «El aporte de los ríos es muy importante. Lleva nutrientes para los peces y atrae a los bancos. Y los nuestros llegan con muy poca agua por la falta de lluvias».

Para Ferrer, la política comunitaria no ha sido la adecuada. «No tiene sentido que te den dinero para hacer un barco y luego te paguen para desguazarlo». Los trámites administrativos, se queja, también pesan. «Hay demasiados requisitos legales de formación, complicaciones también para poner en marcha un barco y mantenerlo...». Desde Gandia salen a faenar 130 pescadores, entre ellos seis mujeres. A finales del siglo eran 300. Su conclusión es clara: «Los que pescan ahora no quieren que sus hijos sigan sus pasos. El salario no compensa y huyen del mar».

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