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JUAN ANTONIO MARRAHÍ
Lunes, 24 de abril 2017, 19:36
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«Me decían que si contaba algo me iban a llevar a un reformatorio donde los niños me iban a pegar más», dijo un menor de 13 años a la operadora. «Hace un mes, mi madre me dio con un palo de hierro en el muslo. Me dejó un morado que me dolía y tenía sangre en el centro», confesó otro de 12. Son testimonios reales, con datos de identidad modificados para proteger su intimidad. Las voces del maltrato infantil fueron desveladas por la Fundación Anar durante la jornada sobre violencia y menores celebrada recientemente en el Instituto Valenciano de Seguridad Pública y Emergencias (IVASPE).
La fundación gestiona en casi toda España el teléfono gratuito, anónimo y sin rastro de ayuda a niños y adolescentes, el 116 111. También el 900 20 20 10 propio de la organización. A lo largo del año pasado, algo más de 23.000 menores de la Comunitat Valenciana pulsaron sus dígitos en busca de respuestas o auxilio. Al otro lado encontraron el apoyo de psicólogos o trabajadores sociales. Y en los casos más urgentes, una salida del pozo del maltrato, el acoso escolar o el abuso sexual por parte de familiares.
Según la directora de la delegación de Anar en la Comunitat, Teresa Martínez, «en más de la mitad de estas llamadas los niños se refieren a problemas de violencia en cualquiera de sus manifestaciones, con singular protagonismo de las agresiones e insultos en el seno de su propia familia».
Los testimonios recogidos por los operadores de la fundación dan muestra de ello. «Mi padre se ha comprado un cinturón nuevo que hace más daño todavía. Una vez me pegó tanto que me hice pis encima del miedo que tenía», alertó un niño de 12 años. Otro adolescente dos años mayor expuso: «Mi padre dice: las cosas son así porque lo digo yo y si no se aprende de esta manera se aprende a hostias».
Las alertas también llegan a través de adultos, como la abuela de una niña de 9 años que advirtió: «A su padre se le pira la pinza y a veces ya deja preparado el cinturón encima de la mesa para cuando llegue». En otras ocasiones, los testigos han sido la clave para empezar a investigar los malos tratos. Aunque sea por impresiones de pared a pared. «Normalmente no se oye nada, parece que no hubiese niños. Otras veces se oyen golpes fuertes repetidos y chillidos», comunicó la vecina de dos hermanos de 4 y 7 años.
Otro niño de 12 años reveló: «El otro día fui al colegio con el ojo morado y el labio reventado. Mis compañeros me preguntaron qué me había pasado. les dije que me había caído». La crueldad de algunos progenitores queda ejemplificada con esta otra frase real: «Mi madre me dijo que si no me suicidaba, me mataba ella», pronunciada por un adolescente de 14 años.
La realidad oculta que destapa las llamadas muestra que en ocho de cada diez casos la violencia que sufren los menores valencianos está en su propio hogar. Y por este orden: maltrato físico o psicológico, abuso sexual, violencia de género entre sus padres y casos de abandono o negligencia.
De entre todas las llamadas del año pasado procedentes de la Comunitat hubo 60 en las que fue preciso activar medidas judiciales urgentes. «Consideramos que había niños cuya integridad corría peligro», describe Martínez. Y más de un millar de asuntos conocidos acabaron en manos de Servicios Sociales, hospitales o colegios en busca de soluciones para proteger a las víctimas.
Agresividad con cuatro años
Durante la jornada, promovida por la Agencia de Seguridad y Respuesta a las Emergencias, también se conoció la experiencia de la Policía Nacional en Valencia. Sus especialistas del Grupo de Menores sacaron del horror a un niño de 4 años que se había tornado extremadamente agresivo como respuesta natural a una infancia truncada. Con una madre alcohólica y toxicómana acabó atrincherado en su casa, destrozando todos los objetos y con su abuela aterrorizada fuera de la vivienda pidiendo auxilio al 091.
El temblor de la voz de una madre reafirma la sinceridad de sus palabras: «No estás denunciando a tu pareja, a un vecino o a un extraño; estás denunciando a un hijo, y eso te cuesta una barbaridad». La mujer recuerda cómo dio el paso después de «insultos y agresiones a diario». Con 13 años su hijo cogió un cuchillo y la amenazó en Elche. Desde pequeño había sido «lo que se dice un niño trasto, pero además rebelde y agresivo. Con cuatro años lo controlas, luego imposible». Acabó en un centro y hoy vive a temporadas con ellos. Tiene claro qué originó todo: «No se le podían poner límites, la palabra no, no existía para él».
Los agentes de la Jefatura Superior de Policía de Valencia también han tenido que lidiar con casos extremos de violencia de género protagonizados por menores de edad. Uno de los más graves fue el de un chico de 17 años que encerró durante tres días a su pareja de la misma edad mientras la amenazaba con una escopeta de perdigones. La víctima acabó lanzándose por una ventana para huir del agresor.
La Guardia Civil ha investigado ya dos casos de acoso escolar en su demarcación en la provincia de Valencia con serio riesgo para las víctimas, que llegaron a desarrollar conductas suicidas.
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