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Julián Marcelo, y su hija Laura, en su domicilio de Valencia. :: manuel molines
«Desde que me despierto y hasta que me duermo  mi vida es un infierno»

«Desde que me despierto y hasta que me duermo mi vida es un infierno»

Asociaciones y técnicos alertan de un aumento de las enfermedades mentales entre los más jóvenes y piden mayor prevención, atención temprana y recursos

DANIEL GUINDO

Viernes, 10 de marzo 2017, 20:10

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«Desde que recuerdo, tengo la sensación de ser distinta y de estar en un mundo que no es el tuyo y en el que intentas encajar. A mí vivir me hace daño». Laura Marcelo, a sus 43 años, ha pasado ya por las manos de más de 20 especialistas, entre psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas, y ha recibido decenas de tratamientos distintos: antipsicóticos, barbitúricos, ansiolíticos... «Soy historia viva de la farmacología desde los años 80», resume esta valenciana. Su padre, Julián, recuerda que, incluso, «uno de ellos quiso tratarla con electroshock, lo que nos pareció una barbaridad».

Sin embargo, y pese a todo ello, «a día de hoy sigo sin saber lo que tengo», lamenta Laura. Un trastorno de la personalidad inespecífico es el diagnóstico que más se podría aproximar a su enfermedad mental, aunque esta afección «es una especie de cajón de sastre en el que cabe todo».

Pisos tutelados y empleo son las grandes carencias

  • Alfonso Rodríguez, presidente de la Federació de Salut Mental de la Comunitat (que representa a 26 asociaciones valencianas) reclama más pisos tutelados en los que el colectivo de enfermos mentales pueda contar con autonomía y para evitar que acaben en residencias de ancianos que carecen de recursos especializados. Tanto Rodríguez como Nielfa y Valero destacan también las dificultades que este colectivo encuentra para acceder a un puesto de trabajo. «Sufren tasas de desempleo del 90% y en los pocos trabajos que tienen carecen de supervisión», resalta Nielfa.

Esta residente en la capital rememora su etapa escolar como «un día a día en el que intentaba sobrevivir», pero, pese a los altibajos, terminó su formación y se licenció en Psicología, «pensaba que cuando me curara tendría que dar explicaciones», apunta. Tras ello, «y como creía que no había aprendido bastante» realizó un máster en psicología clínica. Sin embargo, ni su formación ni la medicación evitaron que, hasta en tres ocasiones, Laura intentara quitarse la vida. «No quería morir, pero no soportaba vivir, quería matarme sin ser consciente», asegura. «Desde que me despierto y hasta que me duermo, mi vida es un infierno», resume.

Su padre lamenta la falta de recursos públicos y «de interés» de las administraciones para resolver estas situaciones. «Ante una crisis fuerte, sólo tienes las urgencias de los hospitales, pero luego no sabes a dónde ir».

«Fallamos en el tratamiento»

Precisamente ésta es una de las quejas de las asociaciones y técnicos que trabajan con el colectivo de los enfermos mentales (unos 45.000 en la Comunitat), que alertan de un aumento de estas afecciones en la población más joven. Gonzalo Nielfa, presidente de Asiem Salud Mental Valencia, echa en falta acciones de prevención en el ámbito educativo y advierte de que la detección es tardía. «También fallamos en el tratamiento, porque en el ámbito público únicamente es farmacológico, lo que tiene sus limitaciones y unos efectos secundarios graves». Además, en las afecciones más importantes «el único apoyo es la familia». Para los enfermos que están solos «el número de funcionarios que les tienen que atender es ridículo», subraya.

En esta línea, Clara Valero, psicóloga y secretaria de la Asociación Sueño de la Mente (Asme), insiste en la importancia de la detección temprana. «En los colegios, si los profesores detectan algún problema, hay que atajarlo cuanto antes, es básico para que el desarrollo de la enfermedad sea menos grave y se implanten tratamientos precoces, pero no sólo basados en la farmacología, de ahí la importancia de que se incluya la figura del psicólogo en los centros de salud, no sólo en las unidades de salud mental». Esta especialista alerta que el perfil actual de estos enfermos es sobre todo de «gente joven». «Hay esquizofrenias y mucho trastorno de la personalidad, que está siendo un boom», añade. «El problema es que casi siempre va acompañado con consumo de drogas», lamenta.

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