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La joven denunciante, en el despacho de su abogado. :: i. marsilla
De juego erótico a un juicio  por violación

De juego erótico a un juicio por violación

Una valenciana apela al Supremo para que se reconozca que el amigo al que conoció por internet la forzó en un hostal

J. A. MARRAHÍ

Domingo, 5 de marzo 2017, 21:44

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Todo comenzó por internet, con un juego de rol. Y siguió con una cita amorosa truncada en Valencia del peor modo imaginable. Como en cualquier otra relación, tuvieron sexo y, en algún momento, un juego erótico con ataduras. Todo fue consentido hasta que ella dijo «basta» y «no sigas» cuando el amigo con el que se había citado le confesó que tenía novia. Él siguió adelante con su deseo, fue denunciado por violación y ha acabado absuelto tras un juicio en la Audiencia de Valencia.

No sirvieron las lesiones en los antebrazos. Tampoco que huyera desnuda del hostal presa del miedo. O los informes psicológicos que confirman sus heridas anímicas y que su relato es coherente. El tribunal cree que el sospechoso es inocente por no comprender si la oposición de la chica era real o todavía se enmarcaba en los divertimentos amorosos previos. Ahora la joven de 25 años confía en el Tribunal Supremo en su anhelo de justicia.

La valenciana y el canario se conocieron en 2013 a través de internet, como participantes 'online' de un juego de rol de combates y fantasía, Lineage II. Él tenía 23 años y ella 21. Hubo dos meses de Skype, mensajes y llamadas que acabaron con una cita de muto acuerdo en un hostal de Valencia.

El primer y segundo día mantuvieron relaciones sexuales consentidas. Pero en la madrugada del tercero, una noticia inesperada cambió de raíz la percepción de la joven respecto al chico. Él «le comentó que tenía novia, cosa que no agradó» a la joven, como reconoce la sentencia absolutoria. La Audiencia admite que ella le dijo que esperase a pensárselo, que llegó a sentir que «la cogió fuertemente por el cuello hasta no poder respirar» e incluso da por probado que «se asustó» y mantuvo esa última relación «en contra de su verdadera voluntad».

Sin embargo, el tribunal exculpa al sospechoso con unos argumentos que el abogado de la joven, el penalista valenciano Daniel Rodrigo, califica de «erróneos y repulsivo». Por ejemplo, este: «cuando ella manifestó que el acusado le dijo que lo haría por las buenas o por las malas o que se portara bien no es posible saber si estas expresiones deben ser contextualizadas dentro de los juegos eróticos».

La Audiencia llega a considerar la posibilidad de que las rojeces de la víctima en los brazos se deban a unas ataduras que, según la joven, «sólo le hice yo a él un instante con una sábana mucho antes antes de que me violara. Si ese es el juego al que se refieren, fue horas antes» Sin embargo, la sala da enorme peso a estas sus prácticas. Hasta el punto de considerar que «la negativa de la acusada a continuar la relación sexual podría quedar confundida con los términos de un juego erótico».

Y así fue como el sospechoso, para el que la Fiscalía pedía siete años de cárcel y Rodrigo nueve, acabó absuelto de cualquier cargo. Según mantiene el recurso al Supremo, el tribunal valenciano se lía al mezclar el juego de rol por el que se conocieron con sus supuestas prácticas sexuales. Aclara que las ataduras o 'bondage' fueron en las relaciones mutuamente consentidas.

«La clave es la negativa de la chica a la última relación sexual en un clima intimidatorio forzado. Y considerar que eso era un juego carece de toda lógica». El recurso pone sobre la mesa el «terror que sintió la víctima al optar por lanzarse a la calle a la menor oportunidad en busca de ayuda estando desnuda de cintura para abajo, prueba de su grado de desesperación».

Ante el Supremo, también se exhibe el testimonio de un policía nacional que asegura que el sospechoso dijo tras ser arrestado: «Algo ha ido mal. Se me ha ido de las manos». Eso, resalta Rodrigo, «no casa con unos juegos eróticos malinterpretados».

Amparado por otras sentencias, añade que los testimonios de víctimas de agresiones sexuales son «prueba directa suficiente para enervar la presunción de inocencia, incluso aunque fuese la única disponible», algo habitual en delitos contra la libertad sexual.

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