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ARTURO CHECA
Domingo, 19 de febrero 2017, 21:47
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Entre ellos se comparan a un matrimonio. Y los que conocen a José Remohí y Antonio Pellicer, Pepe y Toni, subrayan su compenetración como la clave para seguir juntos 33 años después de conocerse en los pasillos del Clínico. Pepe pasa consulta por las mañanas y Toni por las tardes. Siguen al pie del cañón pese a ser la cúspide de una empresa que factura 170 millones al año y ahora en la cima mundial de la reproducción asistida tras la fusión de IVI esta semana con la norteamericana RMANJ.
El doctor Remohí es más reflexivo, con una mayor vertiente empresarial capaz de pensar proyectos a largo plazo. Pellicer es más impulsivo, espontáneo y con una mayor vena científica. Un tándem con perfectos engranajes que nació con una pregunta de los que les rodeaban. «¿De esto vais a comer?», les interrogaban en 1990, cuando la reproducción asistida era casi tabú y echó a andar su primera clínica en la calle Guardia Civil de Valencia, el germen de lo que hoy es el Instituto Valenciano de Infertilidad.
Aquellos tiempos en los que los fines de semana ellos mismos hacían la cama de las pacientes que ingresaban, atendían el teléfono o la recepción. Hoy, en el IVI gusta una frase, evolución sin renunciar a los principios. «Aún somos una empresa familiar pero a escala mundial».
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