El huérfano arrojado del Edén de la construcción

Tres céntimos brillan sobre una manta color crema que cubre hasta la cabeza a José María. Una parábola quizás de su único tesoro, o del desprecio vital que uno llega a sentir incluso por el dinero cuando lo ha perdido casi todo. Bajo el puente de Ademuz cuenta los días para cumplir los 45 años. Dice que entonces podrá cobrar los 426 euros de la Renta Activa de Inserción para parados de larga duración. «Daría lo que fuera por un trabajo. Pediría antes tener un trabajo a que me tocara la lotería», es su gráfica comparación. Unas raídas Nike Air de mujer brillan a la luz del foco de la cámara en la visita de los medios. Al otro lado, otra vez un brik de vino y unas galletas. «Rara es la persona de la calle que no acaba arrastrando alguna adicción, la calle es muy dura», subraya la policía Navarrete.

José María vio como sus padres morían ambos hace ocho años. Un accidente de tráfico se los arrebató. No detalla más. No abre de nuevo la puerta del drama que le empujó al precipicio del asfalto. Antes se había ganado la vida trabajando en la construcción. «Se fue a pique todo. Muchos acabaron como yo. Conozco a unos cuantos». José María lamenta más el frío de la sociedad. «Todo el mundo debería implicarse, porque por ejemplo en un albergue estás un tiempo y te tiran». Y da las buenas noches, para soñar con un mañana.