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Marta Montero con la mirada perdida en su habitación del Hospital Valencia al Mar.
«He perdido la memoria  pero tengo a mis padres»

«He perdido la memoria pero tengo a mis padres»

La víctima continúa hospitalizada un año después de la paliza y no recuerda cómo era su vida antes de su estado de coma

Javier Martínez

Jueves, 1 de septiembre 2016, 20:01

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Las hojas del calendario pasan muy lentas en el hospital. Desde hace un año, Marta Montero Montolio y su familia protagonizan una historia de superación con tintes aún dramáticos debido a las graves secuelas cerebrales que sufre la víctima. El 1 de septiembre de 2015, la joven ingresó en estado de coma en La Fe tras ser golpeada en la cabeza por su exnovio en Manises. Marta tenía 31 años y estaba llena de vida. Tras dos meses de cuidados intensivos, la joven comenzó a despertar del estado patológico, aunque sin apenas sensibilidad ni capacidad motora. Sus padres y su hermano se turnaron en el hospital para que nunca estuviera sola. «Es algo muy duro. Era muy feliz y ahora necesitará de nuestros cuidados toda la vida», afirma Ángeles Montolio con el rostro cariacontecido.

«Hemos tenido que empezar de cero. Cuando despertó no nos conocía y tuvimos que explicarle que éramos sus padres», manifiesta la madre con voz temblorosa por la emoción. «Poco a poco le vamos contando cosas, pero no recuerda nada de cómo era su vida antes de la agresión. Tampoco se acuerda de sus amigos ni de su trabajo como enfermera», señala Ángeles. «Es como si hubiera vuelto a nacer», añade la mujer con la mirada perdida.

Marta y sus familiares siguen las pautas de terapia cognitiva del Servicio de Daño Cerebral en el Hospital Valencia al Mar. La joven apunta en una libreta lo que come y las actividades que realiza, y sus padres le recuerdan el día de la semana, el mes y el año. Todo lo escribe en una agenda, como le pidieron los médicos.

De la brutal agresión que sufrió hace hoy justo un año, también hablan en contadas ocasiones. «La psicóloga nos dijo que si ella preguntaba podíamos decirle la verdad, pero nos aconsejó que no sacáramos nosotros el tema», asegura Antonio Montero mientras mira una foto de su hija con la bata de enfermera en una puerta corrediza. «Colocamos por toda la habitación fotos de Marta y de otras personas cercanas. Es una pauta más de la terapia cognitiva», sostiene el padre de la joven. «Todo esto lo hacemos para que recobre la memoria pero es muy difícil. Las lesiones cerebrales son muy graves. De antes de la agresión no recuerda nada», añade Antonio con el ceño fruncido.

Mientras hablamos con sus padres en el hospital, Marta realiza ejercicios de rehabilitación para recuperar la movilidad en sus piernas y brazos, que necesitan todavía de órtesis posturales para caminar y realizar otras actividades cotidianas. «Es una campeona. Ha luchado mucho cuando estaba en coma, luego con la silla de ruedas y ahora con los aparatos que lleva en los brazos y la pierna», afirma Ángeles con orgullo. Minutos después, Marta llega a la habitación y se une a la conversación. Poco antes, su padre le había avisado de la visita de dos periodistas. La joven nos saluda con la voz entrecortada y mira a su padre como si buscara su complicidad en alguna respuesta.

¿Cómo estás Marta?

Bien. Estoy bien pero he perdido la memoria.

Me han dicho tus padres que no recuerdas nada.

He perdido la memoria pero tengo a mis padres. Me quieren mucho.

Hay un cartel en la puerta que dice: «Marta, sólo la perseverancia y la decisión hacen que todo sea posible». ¿Quién lo colocó?

Un celador.

¿Y el dibujo con una sonrisa?

También lo hizo el celador.

Te cuidan bien.

Sí.

La corta conversación termina con una mirada perdida de la joven hacia la puerta corrediza donde sus padres y su hermanos han colocado 20 fotografías en las que aparecen Marta, sus amigos y compañeros de trabajo, varios familiares y su perra 'Noa'. «Son fotos de lo que podrían ser sus mejores recuerdos cuando era una niña, pero ha perdido la memoria», insiste el afligido padre.

«Llevamos ya un año sufriendo al lado de mi hija. Hemos luchado contra la muerte, viviendo sin vida y con un triste y doloroso futuro», dice Ángeles con los ojos humedecidos. «Espero que tanto dolor no caiga en saco roto», agrega con preocupación. El padre asiente con la cabeza. Antonio asevera que confía en la justicia, pero añade que no hay «condena suficiente» para castigar al agresor de su hija. «Cambiaría mil veces la cárcel por la situación de Marta. Esa bestia nos ha destrozado la vida», señala con gran enojo.

El autor de la brutal agresión, Luis M. T., fue detenido por dos policías de paisano cuando acudió al centro de salud de Manises para que le curasen las heridas que tenía en las manos. El juez que instruye el caso ordenó su ingreso en la cárcel de Picassent, donde continúa. Antonio recuerda que su hija estuvo a punto de denunciar al maltratador. «Aquel día yo la acompañé a la comisaría, pero al final decidió no denunciarlo para que no fuera a la cárcel», se lamenta el padre. Luis M. ya había sido condenado a dos años y nueve meses de prisión por maltratar a una anterior pareja.

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