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Mario, un maltratador rehabilitado, en un parque de Alicante.
Maltratadores en la sombra

Maltratadores en la sombra

Ocho de cada diez condenados por violencia doméstica jamás pisan la cárcel. Los expertos alertan de la alta tasa de reincidencia y reclaman la prisión permanente revisable

Arturo Checa

Jueves, 14 de mayo 2015, 21:05

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La muerte de Patrick, el niño de 10 años asesinado a puñaladas por el novio de su madre en Torrevieja, no sólo ha sido un crimen que ha dejado helada a toda España y el primero de 2015 en el que un menor muere víctima de la violencia doméstica. Las circunstancias del homicidio también suponen una radiografía de una realidad que preocupa a los expertos en la materia: el de los delitos machistas cometidos en la secreta intimidad del hogar o con el cómplice silencio de vecinos y familiares. Alfonso Benito, la "alimaña" que cometió el crimen, como se refirió a él el subdelegado del Gobierno en Alicante, acumulaba ya hasta cuatro denuncias por violencia doméstica. No había pisado la cárcel pese a su prolongado historial de malos tratos. Y los residentes de la finca de Torrevieja conocían el infierno que rodeaba al pequeño y a su madre, pero habían mirado siempre hacia otro lado. Hasta que la sangre del inocente Patrick les nubló a todos la mirada.

Alfonso Benito era un maltratador en la sombra. Un monstruoso ejemplo de la reincidencia que muchos expertos ven como la gran lacra de este delito. "Hay personas que se dan cuenta de que hay impunidad. Los controles que debieran ser rígidos, no están actuando de la manera más precisa", explica Carmelo Hernández, psicólogo criminalista especialista en violencia de género y responsable del programa de reeducación para hombres condenados por violencia de genero de la Audiencia de Alicante. Justo este se revela como el instrumento más fiable en la lucha contra este tipo de delitos. De los 1.500 condenados que han pasado en cinco años por este servicio (2.900 desde que se creó en 2004), sólo el 10% vuelve a reincidir tras un mes de asistencia a terapia y talleres.

Pero fuera de estos cursos, la reincidencia de los maltratadores aumenta. "Un patrón de maltrato refleja rasgos importantes de personalidad, y ésta es difícil de cambiar en la edad adulta. Por otra parte, ellos no están motivados para cambiar, ya que exige que previamente consideren que lo que hacen está mal, y eso no es fácil de aceptar", argumenta Vicente Garrido, psicólogo y profesor de Criminología de la Universitat de València.

«Muy difícil cambiar»

Que la lacra de la violencia machista es especialmente grave en la Comunitat no es un tópico. La región presenta una tasa de 33,2 denuncias por cada 10.000 habitantes. Sólo Baleares y Murcia presentan una proporción más elevada, según datos de infracciones penales de 2014 del Tribunal Superior de Justicia. Con casi 3.000 enjuiciados el año pasado, sólo en 164 ocasiones se dictó prisión preventiva como medida para evitar males mayores.

La radiografía se completa con la cifra aportada por el Observatorio de Violencia sobre la Mujer (a nivel nacional y con datos de 2013): de 28.275 condenados, el 85% cambió la pena de cárcel por trabajos en beneficio de la comunidad. Ocho de cada diez no acabaron entre rejas, y eso que muchos de ellos tenían encima una sentencia de cinco años de privación de libertad, como añade el informe.

"Ciertamente es un delito en el que es muy difícil cambiar de actitud y por ello la reincidencia es frecuente, pero el éxito de los cursos de reeducación es innegable", subraya Vicente Magro, presidente de la Audiencia de Alicante y uno de los grandes expertos en la materia. El jurista pone encima de la mesa lo que él considera un "ajuste necesario" del Código Penal, no tanto encaminado a aumentar el castigo de estos delitos como la dureza de los mismos. "Debería incluirse la prisión permanente revisable para crímenes de violencia doméstica, que ahora mismo tiene una pena de entre 10 y 15 años. Es una modalidad contemplada para el asesinato de menores o incapaces, y en el caso de crímenes de parejas o exparejas, la gravedad es la misma".

En el caso de Patrick, el silencio acabó consumando su muerte. La falta de denuncias de los vecinos que conocían los malos tratos que padecía su madre sembraron el terreno para el fatal final del crío. "No es admisible que amigos, familiares o vecinos sean testigos mudos, y por lo tanto en cierta manera cómplices de esta violencia", sentencia Pablo Cuellar, licenciado en Derecho, especialista en violencia de género y corresponsable del programa de reeducación de maltratadores. Magro es incluso más severo: "Todo ciudadano tiene obligación de denunciar un delito. Muchos dicen que los malos tratos son una cosa de la intimidad de un hogar, pero no es así. El que calla está siendo cómplice del maltratador y puede acabar cometiendo un delito".

Las víctimas siguen estando demasiado solas. La estadística revela que en la mitad de los casos presentan ellas las denuncias (unas 800 de las algo más de 16.000 asumidas el año pasado por los juzgados de la Comunitat, según el TSJ). La gran mayoría, una vez inicia el camino, no mira atrás, no se arrepiente y sigue adelante. Así, en 2014 renunciaron 1.900 mujeres de las denuncias recibidas por los órganos judiciales, una cifra muy por debajo de la media nacional.

Cuellar reclama "más policía dedicada" y el "apoyo a juzgados con profesionales como psicólogos o criminólogos" como caminos con los que combatir más eficazmente estos delitos. Porque lo cierto es que los mecanismos judiciales, al menos a tenor de las estadísticas, funcionan. Así, el año pasado se celebraron más de 1.300 juicios penales contra maltratadores y se dictaron casi 3.000 órdenes de protección, ambas cifras las más altas de España sólo por detrás de Andalucía.

5.000 presos

"La reincidencia no es notable", considera Cuellar. El especialista subraya que actualmente hay "unos 5.000 internos en centros penitenciarios por este delito" en España. Eso sí, reconoce que existe "reincidencia en algunos casos", pero relacionada con la propia naturaleza del sistema penal español, por lo que "una vez cumplida la condena, debe quedar en libertad el reo".

Los expertos subrayan que la entrada en vigor a partir de julio de la aplicación de la medida de seguridad de libertad vigilada en delitos de violencia doméstica será un freno para la reincidencia. El psicólogo Cuellar también aboga por "reforzar las condiciones de la suspensión de la pena y, si no se le manda a prisión, que se cumpla escrupulosamente la obligación de realizar un programa de reeducación".

No hay perfiles definidos sobre los maltratadores. En ello coinciden los dos responsables de los cursos de reeducación. Vicente Garrido sí traza dos radiografías: "Hay dos tipos básicos; uno, el dependiente, con autoestima frágil (no baja), pobres relaciones sociales, resentido, emocionalmente inmaduro, con frecuentes problemas con el alcohol. El otro es el maltratador psicópata, manipulador, muchas veces explotador de la mujer por sus beneficios económicos o de imagen y comodidad. Si proviene de un contexto marginal, puede ser también violento con otras personas. Si proviene de un contexto integrado, ejercerá sobre todo abuso psicológico".

Pero, al igual que en los casos de malos tratos infantiles sobre sus padres, otro fenómeno alarmantemente en auge, hay una "errónea visión" sobre el perfil de los autores de violencia doméstica, subraya Carmelo Hernández. "Todavía es apreciable en la ciudadanía una tendencia a seguir visualizando a los maltratadores como personas alcohólicas, con drogodependencias, o pertenecientes a estratos deprimidos económica o culturalmente. La realidad es otra: un maltratador puede ser un hombre sin adicciones, perfectamente integrado en el mercado laboral, con ingresos normalizados y con estudios y formación incluso más que notable".

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