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Xàbia, en una imagen de finales del siglo XIX.:: Foto cedida por la Fundación Cirne
Sorolla, un enamorado  de Xàbia

Sorolla, un enamorado de Xàbia

El turismo elitista y de segunda residencia ha sustituido a la agricultura como principal fuente de ingresos de la localidad alicantina

NIEVES MARCOS

Sábado, 28 de marzo 2015, 00:17

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En 1866, año de la fundación de LAS PROVINCIAS, la población de Xàbia vivía de la producción y exportación de la pasa, la apreciada uva seca de moscatel que estiraba de la economía del municipio y propició la existencia de una burguesía agraria. Gracias al comercio de la pasa, familias como los Bolufer, Albi, Catalá o Buigues se convirtieron en las principales fortunas de la época. Los 'senyorets', que se construyeron unas imponentes casas fuera del trazado de las antiguas murallas que todavía hoy son recuerdo de aquellos años de esplendor económico. Precisamente las murallas tenían los días contados, ya que fueron derribadas en 1873 para ampliar el pueblo en estos años de crecimiento que parecía imparable, con más de 6.000 habitantes. A principios del siglo XX, la segunda generación de estas familias, más interesada en la política, fue dejando de lado el negocio de la pasa, lo que unido a la mala comunicación terrestre de Xàbia y el reducido tamaño del puerto, propició que el mercado se trasladara a Dénia. Un hijo de la villa, Celestino Pons, llegó a presidente de la Diputación.

En los albores del siglo XIX destacan hechos como la puesta en marcha del alumbrado público, los primeros ensayos de telegrafía sin hilos desde el Cap de la Nau a Ibiza, la construcción de un puerto de refugio, o la inauguración de las fuentes públicas bajo mandato del alcalde Jaime Casabó. También sucesos como el asesinato de La Criminala y, geográfica y económicamente, las oleadas migratorias a Orán en busca de trabajos como jornaleros. Y es que Xàbia se erigió en puerto de salida inicial para cientos de emigrantes que zarpaban rumbo a Argel para encargarse de la siega y recogida del esparto o la poda de la vid. Tras los años oscuros y pobres de la guerra y la posguerra, Xàbia encuentra un nuevo filón económico que sustituye la lánguida agricultura: el turismo, hasta el punto de que esta localidad se convirtió en uno de los lugares privilegiados para las vacaciones de élite. En los años 40 abren los primeros hoteles, el Plata y el Venturo, precedentes al Parador de Turismo que inauguró Manuel Fraga en 1965. El cambio de rumbo fue profundo e imparable, pasando en las últimas cuatro décadas de 7.000 a 30.000 habitantes, de los que más del 50 por ciento son originarios de otros países y forman un censo de 80 nacionalidades. El turismo, sobre todo elitista y de segunda residencia, ha cambiado la estructura social, económica e incluso de paisaje y se ha convertido en la principal industria de la villa.

El propio pintor Joaquín Sorolla se enamoró de Xàbia y en una carta a su esposa Clotilde, cuando acaba de descubrir la población, la califica de «sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. (...) El sitio que soñé siempre, mar y montaña, pero ¡qué mar!». Sorolla comenzó a visitar Xàbia en 1896 y allí pasó cinco temporadas pintando con pasión en una casita que alquiló junto a la playa. Entre las temáticas costumbristas que recoge su obra, además del litoral y la pesca, está la elaboración de la pasa. De su estancia en Xàbia hay constancia de más de una veintena de cuadros, como retratos a su hija María con sombrilla en el puerto y con una barca de fondo o el de su mujer Clotilde con su hija pequeña Elena entre las rocas xabienses.

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