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la libreta gris

Misión en Madrid

«¡Vamos a contemplar la nieve hasta caer de cansancio!». Matsuo Basho (1644-1694), poeta japonés

Gaspar Macià

Domingo, 22 de enero 2017, 08:50

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«¡Vamos a contemplar la nieve hasta caer de cansancio!». Matsuo Basho (1644-1694), poeta japonés.

La delegación ilicitana viajó a Madrid con un plan. Las apariencias se guardarían: que si fotos en Fitur frente al stand de Elche (si es que lo había, que aún no se ha podido averiguar), efusivos saludos al president Puig y la vicepresidenta Oltra, sonrisas y 'photocall'... Nada que hiciera sospechar de las verdaderas y ocultas intenciones de la delegación comandada por el alcalde, Carlos González, y la edil de asuntos turístico-institucionales, Mireia Mollà: traer de vuelta la Dama a Elche. La última negativa del Gobierno Rajoy a autorizar el traslado por las buenas no dejaba otra opción. El plan era sencillo a la par que ingenioso: colarse en el Museo Arqueológico Nacional por la noche y sustituir la pieza auténtica por la réplica del Palacio de Altamira. La jefa compromisaria ya había adquirido su atuendo: mallas, jersey, pasamontañas, guantes y deportivos, todo de riguroso color negro (su primera idea, que es lo que le gustaba, era colocarse un conjunto amarillo chillón como el de Uma Thurman en 'Kill Bill', pero el alcalde le hizo ver que tal vez no sería lo mejor para pasar desapercibida). Mientras la intrépida concejal se colaba por una ventana trasera del MAN, tras cortar los cables del sistema de seguridad con una lima de uñas (de las duras), el primer edil entretenía al vigilante llamando al timbre de la puerta de la calle Serrano haciéndose pasar por un mensajero que traía un paquete. «¿A las 2 de la madrugada?», preguntaría, incrédulo el guarda por el telefonillo. «Oiga, ¿no ha oído hablar del servicio 24 horas»?, respondería el mensajero González. Y así seguirían durante un rato, dando tiempo a Mollà a sacar el falso busto de la mochila, cambiarla por la auténtica, escalar la fachada hasta la azotea, lanzar un cable hasta el mástil de la gigantesca enseña nacional de la plaza de Colón y dejarse caer en tirolina hasta la calle, donde su colega de aventura le recogería camuflado en un camión de Seur, que los trasladaría hasta Elche. Misión cumplida. Si todo se hacía correctamente, el engaño no se descubriría, dada la similitud total entre ambas piezas. Una vez aquí, el tripartito daría a conocer la operación y con ello pondría en evidencia que el MAN no es el sitio más seguro para la máxima joya del arte íbero, y que en Elche está mejor que en ningún sitio. Lo siguiente sería blindar la torre del Homenaje para que no saliese de nuevo bajo ningún concepto, así vinieran los GEO o la UME. Se desplegaría una gran pancarta en la fachada del castillo con la inscripción: «No sin nuestra Dama. Elche no se rinde», que con la difusión de los medios convencionales, algún que otro 'Sálvame Deluxe' y 'La Sexta Noche' y el bombardeo en las redes sociales, lograría las simpatías y el apoyo unánimes de la ciudadanía, instituciones, asociaciones, clubes de submarinismo, criadores de canarios, windsurfistas, artistas plásticos (biodegradables), micólogos, y hasta de nuestro cuasi-Nobel Francis Mojica. El resultado de tan apabullante campaña sería Rajoy anunciando: «Vale, vale, la Dama se queda en Elche. Ya veremos cómo, porque... it's very dificult todo esto». Y asunto zanjado.

Sin embargo, todo en la Operación Damasco/Operació Damasc (que así fue bautizada en clave cifrada) se vino abajo cuando el President le advirtió al alcalde de que nada de tonterías con la Dama, que se harían las cosas como deben hacerse: declaraciones de les Corts y las Cortes, comisión mixta Ayuntamiento-Generalitat, cumbres parlamentarias, proclamas públicas, actos populares, bailes regionales y visita al ministro de turno. González, más proclive a las vías institucionales, respiró aliviado de encontrar una excusa para anular una incursión en la que no confiaba (más que nada porque no se veía en un uniforme de mensajero). «Mireia, abortamos operación Damasco. Repito: abortar operación», le susurró por la comisura izquierda de los labios a su cómplice durante el paseo por el recinto ferial en el Día de la Comunitat. «Pasamos al plan B», apostilló González, mientras saludaba al presidente de la Diputación por la otra comisura. La compromisaria no ocultó su disgusto, pese a no perder la sonrisa que la caracteriza, y, aunque no tenía ni idea de qué iba el plan B, se sintió aliviada también, al poder dejar al fin en el stand de Elche (si lo encontraba) la pesada mochila con la Dama falsa. Miró de reojo al alcalde, como diciéndole: «Ya sabía que te rajarías». Y siguió derrochando simpatía de pabellón en pabellón, promocionando Elche y sus encantos (los de la ciudad). Para que luego diga Vicente Granero que la responsable de turismo no trabaja ni difunde las bondades del municipio, y que solo piensa en acudir a fiestas clandestinas en las que se expenden bebidas de media y alta graduación y donde no se respeta a la autoridad. Total, que lo de la Dama sigue a la espera. La negativa del Gobierno, «no nos quita ni un ápice nuestro interés y nuestra ilusión», repetía González a los contrariados pasajeros del AVE atrapado en Albacete de regreso a casa. Un vagón más atrás, Mercedes Alonso observaba cómo caían los copos a través del cristal y se acordó (no porque la hubiese visto en persona, sino por la fotografía) de la Dama de la Glorieta cubierta de nieve en 1954. Aquella sí que fue una nevada. Pero entonces, como ahora, la auténtica Dama estaba en Madrid. ¡A por ella, Mireia!

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