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Un toque de nostalgia y muchas sonrisas

Un toque de nostalgia y muchas sonrisas

Jorge Díaz y Javier Ikaz presentan el martes en la FNAC de Alicante el cuarto libro de 'Yo fui a EGB' basado en los recuerdos infantiles de toda una generación

Lola Torrent

Domingo, 4 de diciembre 2016, 00:32

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No son de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y sin embargo, es inevitable una cierta añoranza como siempre que volvemos los ojos hacia esa época en la que, alguna vez, fuimos niños. Jorge Díaz y Javier Ikaz, autores de 'Yo fui a la EGB' acaban de publicar el cuarto libro de una de las series más exitosas de los últimos años. Con más de medio millón de lectores y de 1.200.000 seguidores en Facebook, han logrado conectar con una generación que compartió, durante 25 años, los mismos juegos, marcas de chicle, dibujos animados o canciones. Un mundo que, visto con los ojos de los niños de hoy, poco o nada tiene que ver con aquella -no tan lejana- niñez. El próximo martes 6 de diciembre firmarán ejemplares de su recién publicado libro a las 19.00 horas en la librería FNAC de Alicante.

«Cualquier tiempo pasado fue simplemente anterior, no mejor. Dulcificamos nuestros recuerdos pero si nos ponemos a pensarlo todo también están las cosas que no podíamos hacer: la falta de libertad, tener que estar en casa a la hora que te marcaban, o no tener dinero para comprarnos chucherías, por ejemplo. Lo que pasa es que eran años de estrenos, todo era nuevo. La sensación de los primeros juguetes, de la televisión que nos fascinaba aunque sólo tuviera dos canales, la emoción de ir al cine que era como irte de excursión, el primer amor...pero todo eso no quiere decir que sea mejor que lo que vivimos ahora», reflexiona Javier Ikaz. «El pasado no es ni mejor ni peor. Sólo es pasado», opina Jorge Díaz. Sin embargo, ambos coinciden en que las cosas son hoy muy diferentes si las comparamos con los años 80. «Hoy en día hay un exceso de todo y eso crea insatisfacción porque los niños tienen tanto que no valoran nada. En nuestra época los Reyes Magos nos traían un juguete y era como un tesoro que conservabas todo el año. Hoy, cuando voy a un cumpleaños con mi hijo me sonrojo al ver la pila de regalos que le dan. Si a ese niño le preguntas qué le han regalado no sabe decirte ni la mitad de las cosas», reflexiona Díaz.

A eso se une el cambio introducido por las dispositivos móviles y la gran oferta de entretenimiento que ofrece la televisión e Internet. «En pocos años ha habido un cambio abismal por el avance tecnológico. Vivimos pegados al móvil y a las redes sociales las 24 horas del día y eso ha modificado nuestro comportamiento. Antes teníamos que esperar para todo. No había dibujos ni programación infantil hasta el fin de semana, si querías alquilar la película de Karate Kid en un videoclub y estaba cogida tenías que aguantarte hasta que la devolvían y ahora no aguantamos ni esos anuncios de unos segundos que te salen por ejemplo en youtube cuando quieres visionar algo. Vivimos muy rápido y ese comportamiento de adultos se lo inculcamos a los niños», afirma. En el mismo sentido, Javier Ikaz afirma que las pantallas y las redes sociales son «el nuevo opio del pueblo». Él llama a las redes sociales «las cadenas sociales» porque al final, afirma, «te esclavizan tanto a nivel profesional como en los momentos de ocio. Todos vamos mirando el móvil, en el metro, en la calle, mientras esperas. Cuando paso por una tienda de telefonía y veo que pone 'se liberan móviles' pienso que mejor sería que pusiera 'se liberan personas'», lamenta.

Todo ello, afirman ambos autores, afecta a los niños de hoy. Somos sus espejos. Y, al final, los juegos tecnológicos y el ocio que les sirve Internet les priva del tipo de juegos de la generación de la EGB. «Los niños imitan el comportamiento de los mayores. Si dejaran las pantallas y probaran a jugar con las canicas, la peonza, la comba o la goma como antes, se divertirían tanto como nosotros entonces», asegura Jorge Díaz. « Yo soy padre y me doy cuenta de que no permitimos a los niños que se aburran. Y es un error. Aburrirse despierta la imaginación. Antes salíamos a la calle y jugábamos a cualquier cosa, nos dejaban espacio para la creatividad. En cambio ahora los bombardeamos de posibilidades de ocio, los llenamos de extraescolares, los estamos empujando a hacer cosas y no les dejamos parar ni pensar», afirma Ikaz.

El nuevo libro de la serie 'Yo fui a EGB' incluye un parchís desplegable con fichas recortables. Según Díaz, es un guiño a las familias. «Con ello les decimos: deja los móviles y siéntate a jugar con los niños al parchís».

Entre los recuerdos preferidos de ambos se encuentra, en el caso de Javier Izak , «estar en pijama en el sofá con mi familia los viernes viendo el 'Un, dos, tres'. Mayra Gómez Kemp nos apadrinó el primer libro de la serie y fue impactante estar con ella porque formaba parte de aquellos recuerdos de mi niñez. Y también recuerdo de forma especial mi fascinación, que aún conservo, por Mortadelo y Filemón».

« Mi personaje favorito es Mazinguer Z. Y sé que esta predilección es compartida por mucha gente de mi generación. Yo creo que es el icono que mejor nos refleja porque supuso un cambio con respecto a los dibujos animados de aquella época. Estábamos acostumbrados a la Abeja Maya, Heidi, Marco, El Equipo A, y, de repente, apareció Mazinguer Z y aquel niño que lo manejaba desde la cabeza. Era fascinante».

Ambos autores coinciden además en atesorar en su cabeza los veranos que pasaban en el pueblo de sus abuelos. «Mis padres son de Uruñuela, un pequeño pueblo de La Rioja y pasábamos allí las vacaciones de verano. Recuerdo la recta de entrada al pueblo y la emoción de llegar y ver a mis abuelos y a mis primos esperándonos en la puerta de la casa. me acuerdo de su patio, del olor a leña, de la bici, y todo ello envuelto en ese momento tan especial para un niño que suponen las vacaciones de verano», relata. Jorge Díaz también pasaba el verano en los pueblos de sus abuelos maternos y paternos: Ouviaño y San Breixo. «Eran aldeas pequeñas de cuatro o cinco casas donde no había nada. Ni agua corriente, ni luz. Era un paraíso. Ni siquiera la carretera llegaba hasta el pueblo. Teníamos que dejar el coche y andar un kilómetro con las maletas por la montaña. Recuerdo aquella sensación de libertad que tanto contrastaba con la vida de la ciudad», rememora.

Los cuatro libros de 'Yo fui a EGB' están llenos de recuerdos pero, como afirma Javier Ikaz, reflejados con la mayor objetividad posible. Han querido transmitir la dosis justa de nostalgia. «Mitificamos los recuerdos. Los años 80 no fue una década especial. También había cosas malas. Había mucho paro, por ejemplo, y drogas. Pero es bueno quedarse con los elementos positivos. En realidad somos nuestro pasado. Y en el futuro seremos otra cosa. Lo que vamos viviendo nos hace ser lo que somos. Vamos llenándonos de capas», asegura.

Los lectores de sus libros son, según afirma Ikaz, «como los juegos de Educa. De cero a 99 años». En sus presentaciones se juntan varias generaciones: los padres de aquellos escolares de la EGB, los propios niños - ya adultos- de esos años, y también sus hijos. «A los niños y jóvenes actuales les fascina saber cosas de la época en que sus padres eran pequeños. Se produce una comunión entre ellos preciosa», asegura. Es algo que también emociona a Jorge Díaz. «Los niños se quedan sorprendidos cuando descubren en las páginas del libro los dibujos animados que veían sus padres, las chucherías que comían, los juguetes que había. Es muy bonito que se produzca ese encuentro y que lo niños de hoy vean que, aunque sus padres son mayores, un día fueron como ellos», afirma.

'Yo fui a EGB' comenzó siendo un proyecto de libro único y ha acabado siendo una serie de cuatro. Cuando se les pregunta si sus recuerdos han dado para tanto, aluden a la ayuda de sus miles de seguidores en las redes sociales, tanto en Facebook como en Twitter y en Instagram. «Hemos creado una comunidad y eso es muy bonito. Nos tienen muy presentes y sus aportaciones son muy enriquecedoras. Por ejemplo un seguidor nuestro un día estaba cambiando la cafetera antigua de un bar y al retirarla aparecieron unos caramelos Chimos, de esos que tenían un agujero en el centro. Eran de los años 80 y el paquete estaba sin abrir. Hizo una foto y nos la envió para compartir ese hallazgo con nosotros. También recuerdo que un obrero estaba haciendo una zanja en un colegio y apareció un bollicao de aquellos tiempos y un chicle Boomer. También hizo una foto y nos la hizo llegar. Son lo que llamamos arqueologías de la EGB. Si no fuera por nuestros seguidores sería imposible haber publicado los cuatro libros», asegura Jorge Díaz. «Tenemos un contacto muy directo con ellos en las redes sociales. Despiertan recuerdos o añaden otros sobre cosas que nosotros no vivimos. Es el caso de la moda de los gusanos de seda. Nosotros no tuvimos en nuestras casas y una persona compartió ese retazo de su memoria y nos habló de ellos y de las hojas de morera con que los alimentaban. Al final se trata de recuerdos colectivos que nosotros hemos ido recopilando con la ayuda de mucha gente. Son además recuerdos muy homogéneos, muy parecidos, precisamente porque no había tantas cosas y tanta variedad como tenemos ahora. Por ejemplo solo había en el mercado dos marcas de yogur: Danone y Yoplait», relata.

No creen que vaya a haber un quinto libro recopilatorio de recuerdos. Aunque, como dice Javier Ikaz, nunca se sabe, porque «cada vez que hemos escrito uno hemos dicho que sería el último». No obstante, creen que ha llegado el momento de poner el punto y final porque el proceso de elaboración es muy laborioso y en cada uno de ellos han dedicado un año en entregarlo. «Eso ha hecho que posterguemos otros proyectos que se han quedado aparcados y que nos apetece mucho acometer». Uno de esos planes sí ha podido llevarse adelante a pesar del escaso tiempo que les dejó la publicación del cuarto libro de la serie. El 21 de diciembre se emitirá por el canal de televisión TNT un concurso con la temática de los recuerdos de la EGB. Se trata de un programa piloto en el que han participado como guionistas y que podría tener continuidad.

Quizás no haya más libros de' Yo fui a EGB'. Pero el vínculo colectivo creado no será fácil de diluir. Demasiados recuerdos de un pasado común que, aun mitificado, ha hecho a mucha gente sonreír. Con la dosis justa de nostalgia.

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