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El riesgo de no arriesgar

JOSÉ LUIS SATORRE Y ABEL MORA

Sábado, 15 de octubre 2016, 11:06

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Dicen que «reír, es arriesgarse a parecer un tonto. Llorar, es arriesgarse a parecer un sentimental. Hacer algo por alguien, es arriesgarse a involucrase. Expresar sentimientos, es arriesgarse a mostrar tu verdadero yo. Exponer tus ideas y tus sueños, es arriesgarse a perderlos. Amar, es arriesgarse a no ser correspondido. Vivir, es arriesgarse a morir. Esperar, es arriesgarse a la desesperanza. Lanzarte, es arriesgarse a fallar. Pero los riesgos deben ser afrontados, porque el peligro más grande en la vida es no arriesgarse a nada. La persona que no arriesga, no hace, ni tiene nada. Se pueden evitar sufrimiento y preocupaciones, pero simplemente no puede aprender, sentir, cambiar, crecer, amar y vivir».

La Palabra de Dios de esta semana nos señala los criterios para arriesgarnos a vivir. El primer criterio es que no estamos solos. La acción de Dios es permanente en la historia. Dios cuenta con nosotros en todos los movimientos de nuestras vidas. Tú cuando haces estos movimientos eres libre y te sientes libre. Él propone y tú dispones. Para ello nos donó la libertad. Unas veces lo dejamos como protagonista y otras veces lo dejamos en segunda línea. El segundo criterio es la proyección de nuestras vidas hacia los demás. Cuando miramos a nuestro alrededor y descubrimos al hermano. Entonces es cuando arriesgamos para levantar nuestros brazos, nuestras voces para defender a los más vulnerables.

Necesitamos silencios en nuestras vidas. La fe en Jesús es un don que recibimos que nos ayuda a caminar en libertad, fidelidad y solidaridad. Y esto sin descanso.

El Papa nos recuerda que la «misericordia es un viaje del corazón a las manos». Sigue el Papa: «Misericordia es un viaje de ida desde la miseria a mi corazón, asumida por mi corazón, que conmueve mi corazón y vuelve a las manos». Camino de ida y vuelta.

Si recordáis, dijimos que lo que imaginas lo puedes lograr. Pues manos a la obra. Recordadlo, don y tarea.

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