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El fotógrafo posa con su cámara, en la exposición 'Los mitos de Cano'.
Se fue 'Canito', el ojo en blanco y negro de la España taurina de posguerra

Se fue 'Canito', el ojo en blanco y negro de la España taurina de posguerra

JORDI FERRER

Miércoles, 27 de julio 2016, 09:47

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El fallecimiento del fotógrafo alicantino Francisco Cano Lorenza, "Canito", a los 103 años de edad, supone la desaparición del ojo en blanco y negro de la España taurina de posguerra, del último testigo de una de las épocas más pasionales y épicas de la Fiesta Nacional.

Considerado el decano de los fotógrafos taurinos españoles, Cano (Alicante, 18 de diciembre de 1912) fue boxeador, ciclista, nadador y novillero antes que fotógrafo.

Su cuerpo, además de haber recibido un par de cornadas, según solía contar, conocía los terrenos que pisaban los matadores, las suertes y los tiempos de la lidia, y por eso jugaba siempre con ventaja frente al resto de fotógrafos.

Buen conversador y bromista a pesar de los achaques, solía vacilar de haber inventado el zoom al colocar unos tubos a su Leica, y lamentaba no haber tenido la prevención de patentarlo.

Fue testigo de excepción de la cara y la cruz de la Fiesta, en la que probó fortuna sin demasiado éxito, y también superviviente en blanco y negro de un tiempo en el que la épica de la tauromaquia tuvo un reflejo irrepetible en lo social y en lo literario.

Frente a sus ojos pequeños, vidriosos desde hace décadas, pasaron personajes de la talla de Ava Gardner, Orson Welles, Grace Kelly, Raniero de Mónaco, Sofía Loren, Bing Crosby, Ortega y Gasset, la Duquesa de Alba, Concha Piquer, Lola Flores, Charlton Heston o Ernest Hemingway, con quien presumía de haber compartido fiestas y borracheras en Málaga y Pamplona.

"Canito" ha gozado del respeto y del cariño de los aficionados y profesionales de la tauromaquia desde hace décadas, aunque su singular trayectoria profesional fue alabada en los últimos años por su extraordinaria longevidad.

Recientemente había sido galardonado con el Premio Nacional de Tauromaquia y homenajeado en Pamplona, Bilbao, Valencia e incluso por los clubes taurinos de Estados Unidos.

Su inconfundible gorrita blanca, con su apellido escrito en rotulador negro, siempre era la primera en "romper plaza", en pisar el albero antes de cada paseíllo para retratar a la terna; pero también era el último en colocarse en el burladero tras saludar a los cientos de conocidos, más o menos cercanos, que deja en todas las plazas de España.

"Canito", que ejerció de 'freelance' durante más de 70 años, se inició en la fotografía en la España de la posguerra, con encargos de grandes maestros como Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez o Luis Miguel Dominguín, a quien acompañaba la tarde del 28 de agosto de 1947 en Linares (Jaén).

La muerte de Manolete, a quien "Canito" solía decir que lloró más que a su padre, fue sin duda alguna el mayor éxito profesional de su carrera, en gran medida por ser el único fotógrafo que pudo tomar imágenes de la cogida y del cadáver del matador cordobés amortajado.

Aquel incidente, que marcó la vida del fotógrafo alicantino aunque le doliese la injusta reducción de su trabajo a unos fotogramas de muerte, fue recogido casi por casualidad, pues como solía contar cada vez que se le formulaba la pregunta, acudió a Linares citado por Dominguín, que se comprometió a saldar una deuda con él tras la corrida.

Los caprichos de sus amistades y el cariño cosechado durante años en tierras alicantinas, especialmente en el Club Taurino de Alcoy -entidad casi tan longeva como "Canito"-, propiciaron que en esta localidad se le brindase uno de los más singulares homenajes de cuantos pudo gozar en vida.

Y es que "Canito" tenía hasta su propio bar dedicado. En una de las calles de esta ciudad de la montaña alicantina se encuentra, desde hace ya seis años, "El callejón de Cano", un pequeño bar de tapas ambientado como si fuese un ruedo y cuyas paredes se encuentran repletas de sus mejores fotografías.

"Este local es un homenaje al Manolete de los fotógrafos", reza una inscripción a la entrada.

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