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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge
Mariano Lacruz, un camionero de 63 años que siempre ha querido ser guitarrista, subido en la Torre de los Tres Picos de Novelda, durante el rodaje de 'Sueños de sal'.
Cuatro héroes en un río de sal

Cuatro héroes en un río de sal

Un camionero rockero, un luchador de muay thai que sabe lo que es el hambre, una joven con espina bífida y un niño ciego alientan con su coraje al pueblo alicantino de Novelda. Son el alma de un documental nominado a los Goya

IVIA UGALDE

Domingo, 7 de febrero 2016, 10:54

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Cuando un infarto cerebral estuvo a punto de llevarse por delante a Mariano Lacruz, nadie creía en su recuperación. La familia entraba llorando al hospital y él les contaba chistes. Tenía la mitad derecha de su cuerpo totalmente paralizada; el motor de sus ilusiones, intacto. Fue en la madrugada del 22 de noviembre de 1999: acostumbrado a no rendirse, se presentó incluso a trabajar después de sufrir aquel dolor de cabeza tan fuerte que le partía por la mitad. Arrastraba una pierna y un brazo y al verlo su jefe se llevó un susto de muerte. «El médico me dijo que hiciera reposo. Y yo respondí: '¡Una leche!'. Ayudaba a las enfermeras a repartir las cenas por las habitaciones».

Camaleón -ha sabido adaptarse a todos los golpes de la vida-, Mariano cumplió la promesa que le hizo a su hermana: pasadas unas semanas se recuperó. Camionero, 63 años, hijo de la Movida madrileña y amante del rock y el blues, es uno de los cuatro protagonistas del documental 'Sueños de sal', nominado a los Goya en esta categoría. Son historias reales que, además de inyectar esperanza, tienen en común la tierra que les ha visto nacer: Novelda. Un pueblo alicantino de 26.000 habitantes que ha sabido reinventarse y sobrevivir con su río salado -el Vinalopó- que quema todo lo que toca.

En un terreno desértico como el de Novelda, el ingenio ha tenido que abrirse paso. «Hace cien años, cuando la gente se moría de hambre, fueron muchos los que partieron en mulas a Alicante en busca de azafrán», recuerda Jesús Navarro Alberola, productor de 'Sueños de sal'. Entre ellos estaba su abuelo, un hombre humilde que fundó la conocida empresa de condimentos Carmencita. Hoy, Navarro Alberola regenta el negocio junto a sus primos Francisco y Jesús mientras da sus primeros pasos en el cine por una causa solidaria: «La recaudación irá íntegra a Cáritas y la Cruz Roja».

El buen humor se ha ido borrando poco a poco en el pueblo por culpa de la crisis. El paro es del 35% y Novelda, famosa por producir mármol pese a no tener canteras, se ha hundido con la misma fuerza que la burbuja inmobiliaria. Les queda Carmencita, una isla de prosperidad, y las famosas uvas de Vinalopó, consumidas cada Navidad en los hogares de miles de familias españolas. Maduran de forma tardía, empeñadas en germinar y salir a flote como los habitantes de la localidad en un suelo seco, baldío y hostil.

Navarro Alberola creyó que Mariano Lacruz y las historias de superación de José Simón Cánovas, Irene López y Alejandro Martínez podrían devolver a Novelda la fuerza que perdía. «Palos llevamos todos, pero no hay que rendirse jamás», afirma el intrépido camionero. Sabe de lo que habla. Con 13 años tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica de muebles para ayudar en casa y con 19 se convirtió en cabeza de familia al cortarse la mano su padre y tener que retirarse. Ha sido antenista de televisión, fontanero, carpintero y hasta propietario del bar musical Gama, que construyó con sus propias manos.

«No vale sentir lástima»

Siempre que sentía flaquear los ánimos decía: «Pa'lante Mariano. No vale sentir lástima de ti mismo». Así encajó un duro divorcio y el rechazo de gente del pueblo que en los años 80 hizo correr la voz de que tenía sida y era drogadicto. Causaba rechazo verle con las uñas pintadas, pendientes y medias negras. «A lo único que estoy enganchado es a la música y a la vida», responde a las puertas de su jubilación. Irradia ilusión porque cumplirá su gran sueño: aprender a tocar la guitarra. Empieza el martes, aunque no aparcará su pasión por ir en moto, correr, hacer spinning y pilates. Hasta se ha apuntado a clases de baile con su pareja. «Soy un culo inquieto», admite entre carcajadas.

José Simón Cánovas, al que todos llaman 'Comino' porque mide 1,63, tiene el mismo derroche de energía. A sus 35 años pelea, literalmente, en la dura batalla que le ha presentado la vida. Practica muay thai -boxeo tailandés- desde 2002 por la necesidad de defenderse. «Había bandas que me intimidaban porque era pequeñito». En el ring ya ha librado diez peleas y ganado nueve. La última, el 4 de diciembre y sin protecciones. Sonriente, presume de que ha hecho realidad su mayor ilusión: ir a Tailandia para perfeccionar las técnicas. «Ahora soy un crack». Para pagar el viaje tuvo que vender lotería y camisetas.

La fuerza que saca José Simón le viene de una infancia bastante difícil. «En mi casa éramos seis hermanos y mi madre me pedía que no los levantara porque no había nada para el almuerzo. Mi padre se marchó y nos dejó la casa destrozada, sin luces», recuerda. Para sobrevivir, su madre salía a trabajar a las 8 de la mañana y regresaba a las 12 de la noche. Muchas veces se quedaba al cuidado de la prole. Otras, iba a la escuela gracias a su amigo Alejandro: «Me tocaba el timbre y decía: 'Eh, Canuerdas, baja que mi madre te ha hecho un bocadillo. Vámonos para el cole'. Y yo me vestía corriendo». A los 14 años, sin embargo, no le quedó más remedio que dejar los estudios para partirse el lomo, sin contrato, en una fábrica de mármol. Hacía falta el dinero.

Los ojos de 'Comino' se llenan de lágrimas al hablar de Alejandro. «Murió con 18 años al caerse de un andamio. En casa lo tengo en una foto grande y lo llevo en un llaverito. Ahora que estoy dejando de fumar le pido que me ayude». Al director de 'Sueños de sal', Alfredo Navarro, le costó mucho grabar la escena del cementerio. José Simón no podía contener el llanto frente a la tumba de su amigo. 'El ninja de la película', como le llaman ahora, solo tiene palabras de agradecimiento, igual que el resto del equipo. Han rodado durante dos años y nadie ha cobrado un solo céntimo. El pago ha sido la satisfacción de recaudar fondos para los que los necesitan.

Irene López, de 23 años, aún se pellizca para asimilar el éxito que ha alcanzado el documental. Tiene espina bífida, una malformación congénita, y representa el mejor de los ejemplos de que no hay metas imposibles. Pese al miedo de su madre, la sobreprotección y mensajes desalentadores de su entorno, ha logrado emanciparse. «Estoy sola en un piso con opción a compra». Era su deseo y ha podido conseguirlo al encontrar trabajo. «Lleno botes de canela en rama y laurel en Carmencita. Empecé haciendo prácticas de un módulo de Comercio y Marketing», detalla, ilusionada.

Sin limitaciones

Con 19 años, Irene tenía claro que quería emanciparse. En casa, su madre y sus dos hermanos saben que es una joven de ideas firmes que no cree en las limitaciones. «De pequeña me obligaban a llevar muletas o moverme en silla de ruedas, pero nunca he querido. Decía que mientras pudiese ir por mí misma, lo haría». A menudo tropieza y se cae. Siempre se levanta. Con la misma determinación que Alejandro Martínez, un niño ciego de 13 años que juega al fútbol y toca el piano. Ve a través de los ojos de su hermana Anais, de 6. Es su guardiana y protectora.

Con 'Sueños de sal', Alejandro cumplió su máximo anhelo: pisó el Bernabéu y pudo tirarle un penalti a Íker Casillas. Le asusta la inesperada fama, pero no para de mostrarse efusivo con sus compañeros de reparto. «¡Que nos vamos a Madrid!», dice eufórico por poder acudir el 6 de febrero a la gala de los Goya. Será el último arreón de una producción rodada entre vecinos y que en su preestreno, el 8 de octubre, puso patas arriba Novelda. Hicieron falta cuatro pantallas gigantes para las más de 6.000 personas que abarrotaron el castillo La Mola.

Navarro Alberola se siente orgulloso del resultado de una modesta producción que ha logrado reabrir cines que llevaban 20 años cerrados. Algunas cosas han cambiado en el pueblo: «Novelda está floreciendo. Hay un ambiente de salir y dar la cara». Cuenta que en Navidad solían hacer un desfile de moda para recaudar fondos escondidos en sótanos. Esta vez brillarán en la alfombra verde del cine español. Como estrellas que son.

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