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La legendaria periodista y escritora italiana Oriana Fallaci, en una imagen de 1963. :: EFE
Fallaci, furia contra el mundo y el miedo

Fallaci, furia contra el mundo y el miedo

La primera biografía de la gran y temida periodista revela su perfil más humano. Cristina de Stefano retira la coraza a la implacable entrevistadora italiana, «una gran desconocida universalmente famosa»

MIGUEL LORENCI

Lunes, 6 de julio 2015, 00:34

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«Era una mujer frágil y menuda que se fabricó una coraza para agigantarse, hacerse respetar y vencer al miedo». Así se refiere Cristina de Stefano a Oriana Fallaci (1929-2006), un temido gigante del periodismo del siglo XX y «una gran desconocida universalmente famosa» de quien no existía ninguna biografía. De Stefano (Pavía, 1967) firma la primera bajo el título de 'La corresponsal' (Aguilar) y desvela su perfil más humano.

Autorizada por la familia, accedió a un valioso material inédito: los miles de cartas, documentos, fotos, notas, grabaciones y objetos que la implacable periodista italiana acumuló. Un diablo de apenas 48 kilos y algo más metro y medio de estatura capaz de intimidar con sus agresivas entrevistas a líderes, políticos y estrellas de siglo XX, de Kissinger a Arafat, pasando por Jomeini, Fellini, Gadafi, Marilyn Monroe, Indira Gandhi o Frank Sinatra.

«Oriana era muy teatral y, como Jano, tenía dos caras, una furiosa, dura e intratable, y otra tierna, dulce, afectuosa, jovial y simpática, lo que hizo de ella un ser tan querido como odiado», explica su biógrafa. No llegó a tratar a Fallaci -víctima de un cáncer que acabó con su vida a los 77 años, hace ahora nueve - «y quizá eso me ha permitido ser más objetiva».

De Stefano se impuso «no aburrir jamás al lector, como Fallaci» al recrear la vida y la construcción de su personaje. «No hay escándalos, ni secretos, pero sí muchas sorpresas, como su fragilidad y complejidad». Recorre De Stefano las hazañas y desafíos profesionales de Oriana, pero descubre zonas ocultas de su vida. La pobreza de su infancia, el fracaso amoroso que le marcó a fuego, o el aborto que le dolería siempre. Quiso ser madre soltera y vivir su libertad sexual en plenitud en un mundo de hombres, pero «su sensibilidad anárquica, refractaria a cualquier ismo, hizo que tampoco simpatizara con el feminismo militante». «Me gustan los hombres y sé que se puede ser feminista sin hacer la guerra a los varones», dijo.

Hija de un anarquista y un ama de casa esclavizada por los embarazos, resistente contra el fascismo y los ocupantes nazis en su adolescencia, Fallaci siguió los pasos de su tío Bruno, periodista. Con 19 años ya escribía en 'Il Mattino', un periódico de su Florencia natal, un trabajo que le permitía estudiar medicina.

Hizo de todo y descolló pronto. Entrevistó a los astros del cine en Venecia, Cannes y Hollywood, recorrió el mundo en pos de las grandes mujeres de su tiempo antes de convertirse en la primera corresponsal de guerra y mirar a la muerte de cara en Vietnam. Allí dejó de ser Oriana para convertirse en 'La Fallaci'.

«Le acusaron de amar la guerra, le fascinó como el laboratorio humano que es», asegura Stefano. «Sabe que entre bombas y tiros no hay mentiras, que la amenaza de la muerte revela la cruda verdad de cada cual y comprende que el verdadero valor es vencer al miedo».

Chapada a la antigua, pero «valiente, libre y contradictoria», admite su biógrafa que «su famoso mal carácter oscureció el talento y la determinación que la convirtieron en la periodista italiana más reconocida, famosa y leída del siglo XX».

«Admitía que se había convertido en una amargada, que no tenía piedad, y que era como un dolor de muelas o un grano en el culo incluso para sí misma. Pero sabía bien que su actitud era un escudo para protegerse y blindar su intimidad». «Era muy secreta y no contó ni dejó que nadie contara su vida. Decía que del mundo no le gustaba nada», recuerda de un atractivo ogro «que usaba sus armas de mujer en las entrevistas» pero que colgó en la puerta de su casa de Nueva York el letrero 'Go away' (fuera de aquí) y mandó a la porra al estudiante estadounidense que quiso escribir su primera biografía.

Su viperino perfil de periodista implacable se fraguó en Hollywood. «Solo si te temen serás eficaz y poderosa como periodista», le había dicho Hedda Hopper, una de las plumas más afiladas de Hollywood. «Sé una víbora, le dijo, y Oriana se tomó el consejo al pie de la letra».

Víctimas de su furia fueron Elvis Presley o Frank Sinatra. «No tenía piedad. Sus entrevistas son verdaderos duelos, combates de boxeo que cambiaron la historia del periodismo», asegura Stefano. «Aún son un modelo y aguantan sin una arruga el paso del tiempo». La propia Fallaci admite encontrarse «cómoda en el ring de la entrevista» y dice que «es buena boxeadora por ser pequeña y rápida de movimientos». Su «pelea dialéctica con Jomeini acabó como el rosario de la aurora. Cuando Fallaci se despojó del velo que la cubría, el ayatolá abandonó la sala perjurando». «En algunos casos se quitó la coraza y baja la guardia», dice De Stefano. Cita como ejemplo de rara empatía las entrevistas a Sandro Pertini, Natalia Ginzburg, Golda Meir o Indira Gandhi.

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