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La tela de araña

ESPEJO DE ALICANTE PAQUI LÓPEZ

Jueves, 25 de junio 2015, 02:26

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Después de algún tiempo sin saber nada el uno del otro. Inocencio y Pitti volvieron a encontrarse.

Un día, por casualidad, estaba Pitti en una fiesta de pájaros, donde todos participaban con sus maravillosos trinos, revoloteando de acá para allá, cuando, por el estrecho camino que discurría debajo de los árboles donde se realizaba la algarabía de trinos, pasó una piara de cerdos con sus relucientes lomos. Pitti, acordándose de Inocencio bajó hasta su nivel y cuál sería su sorpresa cuando, entre todos los cerditos, se oyó una voz ronca que llamaba: «Pitti, Pitti. ¡Qué sorpresa! ¡Qué alegría!». Era Inocencio, su gran amigo.

Pitti, sin pensárselo dos veces, se posó sobre su lomo, y le saludó, acariciándole con su pequeño pico.

Los dos amigos se emocionaron al verse y pronto Inocencio salió de entre el conjunto de cerdos y se fue con Pitti, su querido amigo de andanzas y aventuras.

Andaban un poco pensativos por haber abandonado a sus respectivos amigos y familiares, cuando 'encontraron un burro gris algo serio y cabizbajo, al verlo nuestros amigos se preguntaban qué le pasaría al pobre animal, Inocencio le miró y Pitti fue a posarse sobre su lomo, el burro, al verlos, estiró las orejas observando al cerdito, que le miraba con mucha curiosidad.

Inocencio, alargando su morro, observó unos ojos lastimeros. ¡Aquel burro no era feliz! Miró a Pitti, que seguía en el lomo del burro -el cual no se había percatado de las sutiles patitas de Pitti- descansando sobre su gruesa piel.

EL pobre burro movió una de sus patas traseras, enseñándole a Inocencio una gran herida situada en la parte interna de su pata derecha. Inocencio se hizo atrás para observar mejor aquel ensangrentado y feo corte, también Pitti miró la profunda herida, revoloteando muy asustado.

Nuestro cerdito, de pronto, recordó que cuando en su cuadra alguien sufría una herida como esa, la curaban con tela de araña y..., ni corto ni perezoso, sin pensarlo dos veces salió disparado hacia la cuadra de donde procedía el burro, para buscar telas de araña. Una vez dentro miró por todas partes viendo una muy grande entre unas vigas del techo. Como no le era posible llegar hasta esa altura, lanzando un fuerte gruñido, llamó a Pitti que seguía tomando el Sol sobre el burro herido. Al oírle ¡voló rápido hacia las cuadras! Y una vez informado de lo que Inocencio pretendía, subió hasta el techo y cogió la gran tela de araña que se encontraba entre las dos vigas de madera. Volando las llevó hasta el burro y las depositó sobre el caliente lomo del animal.

Llegó Inocencio todo jadeante y sudoroso, mas no se detuvo ni un instante y entre los dos, como pudieron, colocaron la tela de araña sobre la pata del animal. Este muy agradecido les dio un rebuzno, ocasionándoles un gran susto, aunque les pareció bien, comprendieron que era de agradecimiento.

Después de despedirse, ya se disponían a seguir su camino cuando el burro les dijo que quería unirse a ellos para caminar juntos, ya que ahora eran amigos y como su raza se estaba extinguiendo, estaba solo.

Nuestros dos amigos se miraron algo perplejos. Aquel animal les parecía demasiado grande para ser su amigo, pero viendo la cara de sinceridad que tenía el pobre burro, asintieron pensando que su tamaño podría ayudar en ocasiones difíciles.

Y así ahora, los tres amigos, emprendieron la marcha hacia nuevas aventuras.

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