Leyendas de barrio

Cuenta la leyenda que aquel territorio gobernado por los carolos, habitantes singulares donde los haya de la zona norte de la ciudad bañada por el Mediterráneo, estaba dominado por un centro donde los más pequeños adquirían conocimientos. Los más viejos del lugar así lo atestiguan y hablan de una especie de gurú que les adoctrinaba y les formaba como las personas que hoy son. Eso sí, hablan de él con un respeto que se ha perdido hoy en día en los pequeños, y no tan pequeños, con aquellos que les orientan en el mundo del aprendizaje.

Pero la leyenda continuaba, años después, con varios centros de enseñanza en el reino de los carolos. Dos de ellos siguen acogiendo a hijos y nietos de los originarios habitantes del barrio y, en estos tiempos, de los nuevos inquilinos procedentes la mayoría de ellos de más allá del charco. Dicen que hubo un tercero. Que cierto edificio rodeado por Jaime Segarra, Montero Ríos, Plus Ultra y Martos estuvo abierto y dentro de sus deterioradas paredes otro tipo de maestros de la época, muy diferentes a aquel gurú de la enseñanza para muchos, daban buena cuenta de letras y números.

Levanto la mirada de la pantalla donde junto estas letras y observo, al caer la noche, cómo un edificio con cierta imagen fantasmagórica ocupa las vistas de la casa de mis progenitores. La verdad es que la fotografía de aquello que fue un colegio bien podría utilizarse para cualquier película donde un grupo de jóvenes acaba como todos sabemos. Y es que han pasado seis años ya desde que el Manjón Cervantes cerrara sus puertas y sus alumnos fueran exiliados a barracones por el Bulevar del Plá.

Cifran en quince días el comienzo de las obras y que para las fechas de los sueños y las ilusiones aquellos pequeños exiliados volverán a formarse en su barrio, en el barrio de los carolos, de José, del Xixonenc, en el barrio de las leyendas.