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V. LLADRÓ
Sábado, 23 de mayo 2015, 00:24
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El año 1922 fue destacado en cuanto a la dotación de nuevos edificios de servicios oficiales en Valencia. Fue cuando se terminaron las obras del flamante Palacio de Correos y Telégrafos, en la plaza que hoy se llama del Ayuntamiento, como se denominó durante décadas del Caudillo (Franco) y en aquel entonces lucía el rótulo de Emilio Castelar.
Curiosamente, cuando ya se llevaba casi medio siglo de la restauración monárquica, se mantenía la denominación en recuerdo de quien fue fugaz presidente del Poder Ejecutivo de la I República entre 1873 y 1874. En otros momentos de la historia son más rápidos los cambios de nombres de las vías públicas, más atentos a concordar con los vuelcos políticos.
El Almanaque de LAS PROVINCIAS correspondiente al resumen de 1922 destacó que la concesión del palacio de Correos y Telégrafos, o también de Comunicaciones, fue aprobada por el Gobierno con una ley de abril de 1910. Sin embargo las obras no dieron comienzo hasta 1913 y no se culminaron hasta nueve años después.
Unos plazos que no pueden ser considerados como retrasos notables, visto lo que a veces sucede en la actualidad con actuaciones de mucho mayor calado y teniendo en cuenta la disponibilidad muy superior de medios técnicos.
Pero aquel lejano 1922 también trajo buenas noticias para Valencia por decisiones gubernamentales relacionadas con edificios públicos. El 10 de julio, el ministro de Gracia, Mariano F. Ordóñez, inauguró el Palacio de Justicia, que antes había sido sede de Aduanas y Fábrica de Tabacos.
Al mismo tiempo empezaba a levantarse, junto al río, en el huerto del antiguo Hospital de San Pablo, la nueva cárcel de mujeres, cuya primera piedra se había colocado el 7 de mayo. Hoy, ese edificio alberga un colegio.
Aquel mismo año se acordó entre el Gobierno y el Ayuntamiento que las Torres de Quart, que eran prisión militar, serían propiedad municipal cuando el Ministerio de la Guerra dispusiera de nuevas instalaciones para tal cometido, para lo que se pactaron permutas de solares en el Llano del Remedio y el antiguo cuartel del Pilar.
Para hacer posible el Palacio de Correos, el Ayuntamiento también puso a disposición de la Dirección de Correos un gran solar que resultó de la reordenación del viejo barrio de Pescadores, llamado así porque albergó durante siglos a familias de pescadores que acudían al Grao con sus pequeñas embarcaciones por el contiguo brazo del Turia o los cauces de acequias. Vestigio de aquello es hoy el nombre de la calle de las Barcas.
El autor del proyecto del Palacio de Correos fue el arquitecto zaragozano Miguel Ángel Navarro, quien, atento a las tendencias de estilos del momento para edificios públicos, eligió una interesante mezcla de clasicismo, barroco y modernismo.
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